Yoelkis Torres en León: «España no ha apoyado al activismo LGTBI en Cuba»
El activista cubano participa en un acto de Amnistía Internacional en el que se proyectó el documental 'El corojo roto', sobre las manifestaciones en Cuba el 11 de julio de 2021
Yoelkis Torres es uno de los pocos cubanos que Amnistía Internacional ha podido sacar del país. Tras varias detenciones, maltratos y advertencias, se vio obligado a dejar el país junto a su marido. Este lunes presentó en León el documental Corojo Roto , realizado por Johnny Peña con las imágenes históricas de las manifestaciones del 11 de julio de 2021 en Cuba. Es activista LGTBI dentro del Movimietno San Isidro y coordinador del proyecto sociocultural Afroatenas en Cuba
—¿Cuándo se inició en el activismo?
—A principios de 2017 se empezaba a gestar el Cuba el cambio constitucional y ese fue el momento de darle una mirada más intensa a mi trabajo a favor de la equidad y la justicia social, enfocado en los derechos humanos para todas las personas. El eslogan era Todos los derechos para todas las personas en los diferentes espacios que organizábamos. Comenzamos a exigir al parlamento cubano y a las instituciones del estado que esa constitución contemplara los derechos de las personas LGTBI, que en Cuba tiene una historia bastante oscura, con migraciones forzadas, se nos categorizaba como escoria, lo peor de la sociedad, y te montaban en un barco hacia EE UU porque no iban a hacer la revolución y no se las quería en Cuba. Eran los años 90.
—Aquí en España en esos años ya se avanzaba en los derechos LGTBI.
—Cuba está a cien años luz de alcanzar los derechos de forma general. Pero cada sitio con sus espacios y sus tiempos. En 2017 comenzamos a formar a la ciudadanía, porque en Cuba las personas no reciben formación jurídica. Formamos a la ciudadanía LGTBI, porque no hay comunidad, no hay grupo. Cada vez que queremos hacer comunidad intentan que desaparezcamos. Concebimos un proyecto que divulgara la inclusión como principal objetivo. Comenzamos a hacer convocatorias en espacios públicos, con la bandera de la diversidad y promover que el 17 de mayo se hicieran actividades de impacto cultural, más allá de que existiera tolerancia o una conciencia de lo que significa luchar contra la homofobia. En el 2018 se aprobó la Constitución, pero no incluyó el matrimonio igualitario, pero se aprobó un término que era el matrimonio entre personas y dieron dos años más para abordar un código de la familia con los derechos. En todo ese trayecto se manipuló mucho a la ciudadanía LGTBI, se les dijo que no hicieran nada porque se iba a aprobar, pero luego nos dimos cuenta de que todo fue una manipulación. El 11 de mayo de 2019, la ciudadanía LGTB salió por primera vez a la calle a defender sus derechos. No terminó de forma pacífica porque fue reprimida por la policía, con golpes, maltratos y muchas detenciones. Fue un punto de separación del activismo LGTB independiente y las formas que tenía el estado de trabajar contra la homofobia. Ellos no son activistas, nosotros sí.
—¿Ha cambiado algo?
—Ese 11 de mayo se dividió el movimiento. Por una parte el grupo del Estado y por otra el independiente. A partir de ahí nuestra tarea, como independientes, se volvió más compleja. Cuando personas LGTBI del oficialismo participan en actividades nuestras nos amenazan y nos acusan de mercenarios.
—¿Qué es lo que falta por hacer en Cuba?
—Tenemos una agenda compuesta por 14 demandas vinculadas a la salud pública, presos, a los que no se respetan las identidades, una ley de identidad de género, contra la violencia de género, la atención a las personas adultas LGTBI, que nunca están. Vivieron otra época y se sienten apartados y no se atreven porque tienen miedo. Se enclaustran en sus casas y mueren solos, nunca pudieron tener un trabajo, las familias nunca los quiso y son personas apartadas de la sociedad en un contexto de pobreza. El parlamento nunca ha dado respuesta a estas demandas. Un parlamento que no tiene a ninguna persona LGTBI declarada. Defienden que Cuba es el paraíso LGTBI, donde todas las personas tienen derechos. Tenemos los derechos en el papel, todo está escrito, pero no hay garantías, está vacío de acción y se criminaliza el activismo independiente, que tiene que salir del país por causas inventadas.
—¿Desde cuando está en España?
—Llevo un mes. En Cuba ya me pusieron el cartelito como líder LGTBI que está en contra de Meriela Castro, la hija de Raúl Castro, que es la encargada del Centro Nacional de Salud Sexual, que ha declarado el activismo LGTBI revolucionario y nos acusa a nosotros de antirrevolución y «garrapatillas».
—¿Teme por su vida en Cuba?
—Temo por todas las personas del proyecto Afroatenas, que coordino, y que atiende a 254 personas en estado de vulnerabilidad, a 212 niños con discapacidad intelectual, a 50 personas con VIH, trabajo en la formación de capacidades, mujeres víctimas de violencia... causas que en Cuba no son prioritarias.
—¿Tienen contacto con los movimientos LGTBI en España?
—No. Quisiera poder conectar.
—¿Cree que pueden copiarse iniciativas españolas en Cuba?
—La alta y plena libertad de expresión. España es el paradigma de libertad del cuerpo, del alma y de la expresión. En Cuba no se celebra el orgullo porque dicen que es un tema político.
—La próxima semana hay elecciones en Europa. ¿Esperan algo de Europa para Cuba?
—El colectivo de Cuba no espera nada de España. Los espacios de España en Cuba nunca han apoyado al movimiento LGTBI, ni ha habido un pronunciamiento de la UE. El cuerpo diplomático conoce perfectamente quienes somos. España es el paradigma de los derechos LGTBI del mundo y sería bueno que apoyaran el activismo independiente . También hay un problema de regionalismo. Los espacios de la UE en Cuba no salen de La Habana, no están en otros lugares y mucho menos en temas de derechos. Varias veces he intentado llegar al cónsul o agregado cultural de España en Cuba y ha sido imposible. Y si hacen algo ofrecen pequeños fondos como mil euros para cultura, poesía, pero no para los derechos. No existe un interés de España, a diferencia de otras embajadas como Países Bajos, Suecia o Alemania que han apoyado proyectos, pero España, no. Y es doloroso.