Belita Gracia, fotógrafa, transgresora y centenaria
«Quiero vivir un poquitín más». Belita Gracia, la primera de ‘las Tres Gracias’, las tres hijas de Pepe Gracia, el insigne fotógrafo de León, llega al centenario con ganas de «vivir un poquitín más» para «disfrutar de mi ciudad y de la gente». Con su Kodak Retina y su talante transgresor ha dejado una huella casi olvidada y que reivindica Ana Valiño en un documental.
Isabel Gracia, Belita, adora León. La ciudad que dejó atrás hace más de medio siglo «ha progresado mucho. Hay mucho intelectual y creo que es una ciudad con porvenir y futuro», afirma por teléfono desde su casa de Barcelona, la mañana de su cumpleaños, el 6 de junio. Una fecha memorable, por su centenario y por coincidir con el aniversario —80 años— del desembarco de Normandía.
Ambos acontecimientos se fundieron en una fiesta llena de «buen rock & roll», con la música servida por ‘Olaf y los bidones’, y el recuerdo a aquellos soldados heroicos en los uniformes de época, y auténticos, que vistieron algunos de los invitados.
Belita tenía 20 años cuando el ejército aliado desembarcó en la costa francesa marcando el principio del fin de una guerra cruenta en Europa. Más o menos la misma edad que se ve en el rostro sonriente de la foto de su tarta de aniversario con la leyenda «Belita cumple 100 años».
La tercera de los cuatro hijos de Pepe Gracia e Isabel López ya trajinaba con los líquidos del laboratorio fotográfico de su padre, situado en la calle Ancha, por encima del café Victoria. Al igual que su hermano mayor, Pipo, y sus hermanas, Rosa y Ninfa, todos colaboraron con su padre en el estudio. Era tradición familiar.
Pepe Gracia había aprendido el oficio de su padre, Germán Gracia, un pintor y fotógrafo valenciano que se asentó en León hacia 1880 por culpa de una nevada. Quedó atrapado en la ciudad, en su camino a Asturias o Galicia con la cuadrilla Mazantini, y por un amor, al prendarse de Ninfa, que se convertiría en su esposa y madre de Pepe. Otra versión de la llegada de Germán Gracia a León es que en realidad vino a hacer la mili a tierras leonesas. En cualquier caso, la leyenda de los Gracia (Germán y Pepe) ha opacado el papel de las Gracias.
La huella de esta leonesa en la fotografía es fruto de esa pasión heredada, del aprendizaje entre las cubetas del laboratorio de su padre y de la cámara Kodak Retina que estrenó en 1955 y ahora usa, de vez en cuando, su hijo Olaf Pla Gracia.
«La fotografía me dio la vida. Vi a mi padre trabajar. Él me enseñó a ver la pintura y el arte con amor», subraya esta mujer que llega a los cien años «divertida y feliz» y con ganas de «vivir un poquitín más» para seguir disfrutando de su ciudad.
Belita Gracia no se dedicó profesionalmente a la fotografía pero ha retratado tanto su ciudad natal como momentos épicos en Barcelona como los primeros años años del rock & roll. A esta ciudad se traslada toda la familia entre 1972 y 1973. Manuel Pla, el marido de Belita, cambió el duro trabajo de veterinario en León por un puesto más prometedor en un laboratorio de la capital catalana. Tras asentarse en el nuevo destino, Belita emprendió el camino con sus hijos Jacabo y Olaf y otro miembro imprescindible de la familia, su perro Chico.
Hay unas fotos históricas de los albores del rock en Barcelona que es obra de Belita Gracia. Carlos Segarra, Loquillo, Iuro, Lynn y su hijo Olaf son los protagonistas de las instantáneas que tomó en una hamburguesería, en la que trabajaba la madre del fundador de Los Rebeldes y éste le iba a ayudar. Una coincidencia tan feliz como fatal fue el destino que hizo desaparecer las fotos de un carrete completo del concierto de Los Rebeldes al que asistió Belita Gracia. "Cuando fuimos a la tienda de revelado, el carrete no estaba. Fue una desgracia porque serían unas fotos fantásticas", lamentan.
«Adoro León y las montañas de León...», dice con morriña recitando los versos de Rosalía de Castro — «Adiós ríos, adiós montes,,, Adiós regatos pequenos— aunque solo hace un mes que pisó por última vez su ciudad natal. «Es que mi madre era gallega y yo tengo morriña de mi León», explica.
El río es uno de sus lugares preferidos y no quiere mencionar otros «muchos sitios bonitos porque no los estropeen como el Everest», Belita Gracia, desde sus cien años, tiene un espíritu joven y plenamente alineado con los valores del siglo XXI como son el cuidado del medio ambiente o la defensa de los derechos de las mujeres.
Unida a las raíces
Y no es que sean preocupaciones recientes. Belita desarrolló en los años 80 una serie de collage fotográficos en los que incluye su preocupación por las mujeres víctimas de violencia de género, cuando aún no existía este nombre para nombrar lo que se conocía como maltrato y quedaba en el ámbito privado entre las cuatro paredes donde se cometían los crímenes.
Belita Gracia cuenta que pensó en hacer el collage porque «oí a un vecino que pegaba a su mujer». Una mujer desnuda suspendida sobre una alambrada de espinos y alrededor de la cual revolotean unas palomas, fue su grito, sobre fondo rojo, para denunciar esta realidad. «También vi a otro hombre pegar a su perro», añade al explicar las realidades que impulsaron esa serie hecha a mano con un laborioso corta y pega que sorprende en la era digital.
De su espíritu rockero da cuenta otra hazaña para la historia de la música en León. A ella se debe la única grabación que existe del grupo Chusma, efímero grupo leonés al que invitó a tocar en su casa y grabó en su casa, tras verles tocar en la calle. Aquel grupo lo componían Miguel Escanciano, al bajo, Héctor Díez Revuelta al banjo y Luis Quiroga a la guitarra, recuerda Belita. Fue antes de marchar a Barcelona. Cuenta Olaf que en la casa de León se celebraban guateques a ritmo de Los Brincos y se escuchaba la música de Los Cridens.
Llegar a los cien años no tiene secreto alguno. Su fórmula es la siguiente: «Ser bueno y justo y amar a la gente; creo en la gente y en compartir la vida», recalca. La larga vida no le ha restado lucidez aunque la movilidad está menguada y le gustaría hablar con la misma soltura que antaño. Lo dice una mujer que viajó en moto con su marido desde Ribadeo a Valencia cuando casi no había tráfico en las carreteras..
Sobre la vida de Belita y su obra fotográfica y la saga de los Gracia prepara un documental Ana Valiño con el respaldo del Instituto Leonés de Cultura. Una de las cosas que más le han fascinado de Belita es su afán de «buscar la belleza en todo».
Los cien años de Belita Gracia quedarán plasmados en este nuevo audiovisual que se centra en las mujeres de una saga de cuatro generaciones en la fotografía en León. «Todo nace de una sensación de que había una invisibilización de las mujeres relacionadas con el mundo de la fotografía en la historia de León. No me podía creer que no hubiera mujeres, una madre, una hermana o una hija que en algún momento hubiera cogido la cámara», explica Ana Valiño al hablar de su proyecto.
Una intuición seguramente avivada por las vivencias personales. «La hermana de mi abuelo, que trabajaba en un estudio fotográfico, era quien revelaba todo». Cuando tuvo noticias de Belita sintió que era el personaje perfecto para rescatarla como referente y punto de partida sobre la aportación de las mujeres a la fotografía en León. «Ha cumplido cien años y creo que no se le ha dado la relevancia que tienen sus fotografías», añade.
Para la joven fotógrafa leonesa, «Belita es una mujer muy transgresora, hablando de temas relacionados con la mujer y la violencia sobre las mujeres, y muy adelantada a su tiempo». La serie que tiene entre manos pretende hacer justicia con mujeres como Belita Gracia, a la vez que entender «los obstáculos a los que se enfrentaron y cómo defendieron su libertad a la hora de crear, luchar, viajar, fotografiar y relacionarse con el rock en Barcelona».
El documental quiere rescatar la aportación de las otras dos Gracias, Ninfa y Rosa, y de Isabel López, la madre, esposa y compañera imprescindible del estudio fotográfico de Pepe Gracia. Ninfa, de 99 años, fue «una gran retocadora» y enseñó este arte en los tiempos en que no existía el Photoshop o retoque digital que ahora maneja todo el mundo. Isabel además de trabajar en el laboratorio, ayudaba en la composición y era una gran relaciones públicas. Sus fotos con sombrero de copa y encendiendo un cigarrillo emboquillado o insinuando un torso descubierto desvelan otro espíritu transgresor.
La apasionante saga de los Gracia ya inspiró otro documental. Ana Valiño quiere poner su grano de arena para contar la historia completa rescatando a las mujeres de una familia que han construido la memoria gráfica del último siglo y medio de León... gracias a una nevada.