Diario de León
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CORNADA DE LOBO GARCÍA TRAPIELLO

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M i primera escritura fue mineral, trazos y letras garabateadas sobre pizarrita enmarcada en madera. Vuelvo a verla en foto reciente de una escuela de Senegal. Merece memoria y elogio esa pizarra escolar. Su lápiz era el pizarrín, varilla de pizarra blanda, de esteatita o arcilla prensada. También valía una tiza, más propia del encerado que de aquella tablet como negra teja que iba en mi cartera colegial de «cuero» al que mi abuelo llamaba siempre «de material». Por alguna razón o maldición que veía inaudita, llegué a casa más de tres veces con la pizarra hecha añicos obligando a nuevo gasto. No podía explicarme el fenómeno hasta que un día caí en la cuenta: aquella cartera era mi arma al salir de la escuela dando algún carterazo de defensa... o iniciativa. Y al primer mandoble, la pizarra cruje, así que debieron considerar que les saldría más barato comprarme un cuaderno de palotes para el que era preciso un lapicero al que sacaba punta con navajita o cuchillo devorándolo al intentar hacelo aguja, qué manía; el sacapuntas llegaría más tarde. Ya en primaria escribíamos también con tinta (los pupitres tenían su tintero y, por ello, lamparones ya imborrables en su madera, igual que borrones el cuaderno)... y qué peleas con los plumines y plumas que, lógicamente, iban en su plumier, estuchito de madera de uno o dos pisos para hospedar también a lápices y pinturas (el pequeño compás para geometrías o dibujos y el bolígrafo también llegarían después). Lo más sorprendente es que para todos aquellos cursos escolares sobrara con tan solo un libro de lomo ancho, la enciclopedia Álvarez, dos grados, todo ahí, incluída la propaganda del Régimen imperial con páginas dedicadas al día del Caudillo, de la Raza, del Estudiante Caído, de la Victoria, de Joseantonio, del Alzamiento... días de cierta relajación escolar y de gran bombo petardo e innecesario... igual que el himno nacional que teníamos que cantar todos los días en el patio, alineados, mientras se izaba o arriaba bandera, pero aplicándole por lo bajini letras obscenas, nuestra venganza literaria.

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