Diario de León
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 FERMÍN BOCOS

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L a condecoración concedida por Isabel Díaz Ayuso al presidente de Argentina, un acto planteado como un desplante a Pedro Sánchez y aceptado por el mandatario argentino como un episodio más en el cuadro de desencuentros con el presidente del Gobierno español, deja un balance político equívoco. Como poco, dudoso, en la medida en la que la renovada presencia en España del mandatario argentino —en anterior ocasión vino para participar en un mitin de Vox— generaba desconcierto en la dirección nacional del PP, organización a la que pertenece la señora Ayuso.

Como se pudo apreciar a lo largo de los discursos que pronunció, los mensajes que se desprenden del ideario político del presidente Milei emiten en una sintonía bastante alejada de la ideología centrista del PP, cuando menos en lo que conocemos en voz de su líder, Alberto Núñez Feijóo. A nadie se le escapa cuanto tenía de provocación invitar a venir a Madrid al presidente de Argentina en el actual contexto político, en el que el Gobierno español ha retirado a la embajadora de España en Buenos Aires a resultas de un lamentable y personalizado episodio de cruce de improperios entre los mandatarios de ambos países.

Las atribuciones de las CCAA en materia de relaciones internacionales están muy tasadas y cualquier iniciativa en ese territorio pasa por la consulta y en su caso autorización del Ministerio de Asuntos Exteriores. A la vista de lo ocurrido y con el argumento de que el presidente argentino viajaba a título particular —no en viaje oficial— se aprecia con claridad que la Comunidad de Madrid no tuvo ningún interés en ajustarse a la norma.

Cuesta entender que todo este desplante haya sido a impulso de quien, como la señora Ayuso en tantas ocasiones y con tan sobradas razones, ha criticado al Gobierno que preside Pedro Sánchez por su escaso respeto a las normas que rigen nuestro sistema democrático. Al final, más allá del desafío al inquilino de La Moncloa –cuyas terminales mediáticas se han empleado a fondo amplificando la conexión con Vox— a quien deja en lugar incómodo, por no decir fatal, es al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo.

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