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 GARCÍA TRAPIELLO

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R odríguez Zapatero, Papes en la memoria local, idolatraba a Felipe González. En sus balbuceos socialistas le tenía en la peana de admiración absoluta, cómo no, Felipe era la cara y la voz profética del nuevo socialismo que apostató bien pronto del marxismo; y era la juventud prometida de una nueva España que no habría de reconocerla ni la madre que la parió, como prometía su paladín Alfonso Guerra. Papes se miraba en Felipe y hasta se imaginaba como él cuando se vio ya en edad temprana como «el puto amo» (eso dice Óscar Puente de Pedro Sánchez) del socialismo leonés con tácticas de cacao maravillao y mantecada conventual pactada, sin desdeñar algún pucherillo, Matallana verbi gratia. Y así Papes acabó llegando un día a lo más, pero adoptando algún perfil propio que le diferenciara de su ídolo de juventud, algo así como lo de «matar al padre», pero sin sangre a la vista. El prestigio de Felipe, aunque ya abollado y con alguna X tachándole la honra, parecía imbatible, pero algunas posiciones aventuradas o insólitas le acabarían dando a Zapatero un eco similar, si no mayor, como se constata hoy en tantas referencias como siguen haciéndole sus detractores.

Y de aquel matar al padre Felipe se llegó al «matar al hijo» Zapatero. Sólo hay que ver los cortes y tajos de González a Papes, aún muy activo políticamente y apoyando a un Sánchez desconcertante o avalando a un Maduro en socialista. Y en estas entró en escena mi admirado Carlos Alsina que pudo lograr lo que nadie, un cara a cara entre los dos. Se lo propuso a Felipe y este no puso inconveniente. ¿Lo pondría Zapatero?... Pues sí diciendo no. Sabe que dialécticamente Felipe tiene más punch, aunque Papes tuvo en él su escuela cuando de joven, viviendo en la casa materna, bajaba de noche al garaje, se metía en el coche de su padre y ponía allí casettes con discursos del sevillano, paraba a cada poco y repetía frases, inflexiones, oratoria, memorizaba argumentos, aprendía... y vaya si se le notó esa escuela. Pero finalmente llegó la hora de matarse. Naturaleza manda.