Diario de León

Isabel Cantón: «La escuela es la casa de la infancia»

La catedrática emérita de la ULE publica 'Las escuelas rurales del Valle de Jamuz y Valdería', una exhaustiva investigación que es un retrato de un pasado en el que la escuela era un lugar primordial en los pueblos

Recreación de la escuela antigua en el Museo Arqueológico y Etnográfico de Castrocalbón. MARÍA FUENTES

León

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Siete ayuntamientos y 25 pueblos son el espacio geográfico que abarca el libro Las escuelas rurales en el valle de Jamuz y la Valdería de la catedrática emérita de la ULE Isabel Cantón Mayo. «Algunos tienen hasta dos y tres escuelas», apunta. Aunque hubo pueblos con maestro desde mucho antes —en 1661 está registrado en Nogarejas el caso de Domingo Álvarez—, la construcción de escuelas empezó a finales del siglo XIX y principios del XX, época en que las escuelas españolas en general y también las rurales leonesas, guardan una «similitud increíble con las francesas», apunta la investigadora. Basta comparar dos fotos del Musée de L’Ecole de Carcassonne y del Museo Arqueológico y Etnográfico de Castrocalbón, en las antiguas casas de maestros, que reproduce el ambiente de la primera escuela del pueblo.

Muchas empezaron en casas particulares. Las primeras escuela datadas, en 1900, son las de Palacios de Jamuz y Navianos, que es de tapial. «Al principio eran medio chozas y se hacían por contribución», aclara.

Con el tiempo, los pueblos contaron con arquitectos que han pasado a la historia para diseñar sus edificios escolares. Pablo Flórez, descendiente de la familia filantrópica que donó la residencia de ancianos de León, firma en 1931, junto con Pedro Sánchez Sepúlveda, los planos de las escuelas de Nogarejas y de Congosto. «Durante la II República se proyectan 15.000 escuelas, aunque se hicieron solo 1.500», apunta Isabel Cantón.

En 1953 se promulgó la Ley de Construcciones Escolares que subvencionaba la mitad de los costes de la edificación escolar y la mayoría de los pueblos recurrieron a ella bien para levantar nuevos edificios escolares como Quintana, Alija, Herreros, Pinilla, etc. o bien para modificarlos rotundamente como es el caso de Castrocalbón. Los arquitectos que diseñaron estas escuelas fueron Ramón Cañas del Río, Juan Torbado Franco, Luis Aparicio Guisasola y Daniel Calleja.

«A diferencia de la Maragatería o la Cepeda, no encontramos escuelas de indianos o filántropos en las escuelas de Jamuz y la Valdería», comenta.

‘Catapotes’

«Al principio alquilaban al maestro en ferias y le daban casa y la comida, un día cada vecino»

Otro fenómeno singular observado en estas comarcas es que hasta mediados del siglo XX, la mayoría de los pueblos «no tienen escuela constante. Contratan a los maestros en las ferias de alquiler. Les daban cama y la comida, cada día en una casa. De ahí viene el nombre de maestros ‘catapotes’», explica.

Isabel Cantón Mayo, catedrática emérita de la ULE. maría fuentes

Algunas de estas antiguas escuelas han desaparecido y en su lugar hay un jardín, como sucede en Torneros de la Valdería. Un tanatorio y el museo del chocolate ocupan el solar de la vieja escuela de Castrocontrigo. Isabel Cantón rescata su memoria a través de fotos en este libro que a lo largo de 357 páginas recopila más de 400 imágenes.

Desde el año 2000 no se construye ninguna escuela en estas comarcas y actualmente solo hay unas pocas abiertas, en Castrocontrigo, Castrocalbón y Jiménez de Jamuz. «Me he centrado en las escuelas rurales porque son las que corren peligro. La escuela y la iglesia son el único patrimonio que tienen muchos pueblos», señala la autora.

Preservar la memoria de las escuelas es el objetivo que persigue. «La escuela es la casa de la infancia, ella es la que nos arraiga y marca el devenir de las personas», subraya recordando la influencia que ha tenido en los grandes escritores, como ha quedado patente con el reciente premio Cervantes Luis Mateo Díez.

Además de las escuelas, ha documentado las casas de los maestros, lugar que ocupa el Museo de Castrocalbón. «Las primeras escuelas tenían un lugar para cuadras porque los maestros se desplazaban en mulos», apunta.

En el libro ha clasificado las escuelas en tres grupos. Los edificios colmena, que son construcciones simples de planta baja, con tejado a dos aguas y amplios ventanales, preparados para acoger a muchos niños. En segundo lugar incluye las escuelas de edificios-fábrica, entre las que figuran las del plan M3 del Ministerio de Educación de los años 60, que están hechas de forma más industrial y son todas muy parecidas. Por último, están las escuelas-chalé, de forma no estandarizada, con aspectos vinculados a la edificación moderna, como son las de Santa Elena de Jamuz, Quintana y Alija del Infantado.

Entre las curiosidades que ha encontrado en la investigación figuran dos hallazgos importantes. «Las escuelas que tienen una acacia delante delatan la existencia de un maestro que era masón, como hemos visto en Castrocontrigo», apunta Cantón.

Al igual que en otras escuelas de Maragatería, en Castrocalbón se conserva el arca de las tres llaves. Por regla general, el cura, el maestro y el alcalde eran los custodios de cada una de las llaves y el arca solo se abría con las tres a la vez para garantizar el quorum de poder.

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