Julio Llamazares: «De niño me dormía con las historias de los huidos»
De los veranos en La Matica a ‘Luna de lobos’. La primera novela de Julio Llamazares, de la que se van a cumplir 40 años, nació en el imaginario de un niño que elevó a héroes a ‘los del monte’, huidos de la represión franquista, escondidos en la montaña para salvar la vida tras la Guerra Civil. Con ‘Los héroes de mi infancia’ inaugura un curso de verano de la ULE en Boñar.
Julio Llamazares (Vegamián. 1955) nunca tuvo intención de hacer una novela cuando decidió, viviendo en Madrid en los años 80, no salir por el recorrido habitual de la movida madrileña y empezar a escribir un sencillo cuento sobre un atraco. Aquello abrió «la espita de un barril de memoria, una caja de Pandora». que convertiría a un autor desconocido para el gran público —había debutado con dos libros de poesía, La lentitud de los bueyes y Memoria de la nieve , y El entierro de Genarín — en un novelista de éxito.
Tiempo después supo por qué estaba destinado a escribir Luna de lobos , al leer una cita de Norman Mailer: «Todo escritor, en su primera novela, intenta contar los cuentos con los que le durmieron de niño». Algo que no se imaginaba estaba también en el origen de su primera novela. «De niño me dormía escuchando historias de los huidos, de ‘los del monte’, como se decía en León, que muchas veces oía, a veces, clandestinamente», cuenta. En el pueblo de su padre, La Mata de la Bérbula, se hablaba, «en voz baja» de ‘los del monte’, como se llamaba por la zona a los huidos.
Aquellos hombres legendarios que formaban parte de la vida cotidiana, «se convirtieron en mis héroes en plano de igualdad con los héroes de las películas del cine de Olleros o las novelas del oeste —libros había pocos— que cambiaba en el kiosko por una peseta. Yo pensaba que ‘los del monte’ eran como los de las películas».
«Llegaron a mí a través de la magia de la narración oral y de lo prohibido» y se convirtieron en el magma que dio lugar a Luna de lobos . Los huidos de sus noches de verano infantiles eran «gente de carne y hueso», que «pasaron unas penurias inconcebibles para salvar la vida y muchos no lo consiguieron», añade.
De ‘los héroes de mi infancia’ hablará —«desde una perspectiva literaria, porque la historia la hacen los historiadores», puntualiza— en la conferencia inaugural del curso de verano de la ULE ‘Movimientos guerrilleros contemporáneo’ que se celebra desde el martes 9 al viernes 12 de julio en Boñar.
De sus sufrimientos y desdichas supo tras conocerlos en persona e investigar sobre ellos en los albores de la democracia. «Conocí a dos hermanos de La Mata, que fueron los que alimentaron aquellos cuentos con los que me dormía, Casimiro y Amable Fernández Arias. Eran dos de los cinco que anduvieron huidos por estos montes y Correcillas desde 1937 a 1945 o 1946». Estos hermanos lograron huir a Francia con otro miembro de la partida. Los otros dos habían muerto.
También se encontró con Calixto, un maqui de Olleros que había sido el cerebro del secuestro de Arriola, que acabó con el asesinato de este ingeniero hijo de una familia acaudalada de León. «Fui a verle con Casimiro un verano que éste vino de Francia y recorrí con él los lugares por los que anduve escondido durante diez años y a los que no había vuelto desde hacía 40. Fue más emocionante que escribir la novela», recuerda.
Con Casimiro y Calixto vio la película Luna de lobos , que Julio Sánchez Valdés rodaría en 1987, en el bar Moderno de Cistierna. Entrevistó a Gorete para Diario 16 en 1981, «un huido de Lillo que anduvo escondido en cuevas por las montañas de San Isidro, lo que da una idea del frío que tuvo que pasar».
‘Héroes desdichados’
Llamazares guarda una entrevista, aún sin publicar, de Eufemiano, que vivió enterrado vivo durante una década. «Un hombre que no había hecho nada y estaba en silla de ruedas por la artrosis. Después de diez años encerrado en la corte (la cuadra de las ovejas) quedó como un sarmiento de la artrosis por la humedad. Son historias que parecen irreales, porque son más novelescas que lo que se pueda imaginar, pero ocurrieron de verdad. Por eso digo que los héroes de mi infancia fueron unos desdichados, pero eso tardé mucho en saberlo».
Los huidos y guerrilleros «perdieron tres guerras, la Guerra Civil, la posguerra y la democracia», sostiene el escritor leonés. Fueron olvidados «primero en la geografía y luego en la historia». Cuando llegó la democracia, el pacto de silencio sociocultural y político, sobre la Guerra Civil «para hacer una transición pacífica los convirtió en los grandes olvidados».
Llamazares distingue entre las partidas de la Montaña Oriental, unas 30 personas en total que básicamente trataban de salvar la vida, «no continuar la guerra», y los guerrilleros de la Federación León-Galicia, que llegaron a ser más de 500. En la Montaña Oriental leonesa estaban repartidos entre La Mata, Orzonaga y Coladilla y Boñar y Sabero, que habitaron en el monte y en cuevas como las de Vozmediano, que se visitarán durante el curso de verano, hechas por ellos mismos porque la mayoría eran mineros.
Luna de lobos marcó un punto de inflexión en Llamazares. «Inicié una nueva etapa en mi vida, sin cerrar la puerta a la poesía porque permanece en mis novelas y en mis artículos periodísticos y sigo escribiendo poesía». «Deseo que mi último libro sea de poesía».
Además, fue la primera novela de la democracia sobre los maquis. Sin embargo, cuando se publicó en 1985, había una pregunta que no fallaba en todas las entrevistas que le hicieron. ¿Por qué otra novela sobre la guerra civil?, hasta que se cansó y empezó a contraatacar pidiendo que le dijeran algún título. No los había. Había dos películas, Los días del pasado (1977 ) de Mario Camus y El corazón del bosque, de Gutiérrez Aragón.
Tampoco era consciente del éxito que iba a tener, como «todos los libros o películas que se han hecho sobre ellos», señala. «Están envueltos en el halo de leyenda de todos los perdedores y resistentes y tienen la magia de la tradición oral», subraya.
Llamazares destaca la labor de los historiadores como Secundino Serrano, el gran experto de la guerrilla antifranquista en España, pero señala que todavía hoy, casi medio siglo después de morir Franco, «España tiene un conflicto con la memoria. No entiendo a la gente que rechaza la memoria (salvo a quienes le puede producir dolor). Pero la memoria es inevitable, es como el agua, se abre paso siempre». Quizá, como le dijo una de los dos guerrilleras que ha conocido, «el problema es que nosotros hemos perdonado, pero ellos no», señala al comentar, fuera de la entrevista, la virulencia con que responde a la memoria desde los sectores negacionistas.