Los niños nos salvan
E l gol de un niño de 16 años clasificó a España para la final de la Eurocopa que se juega este domingo en Berlín. Lamine Yamal, que ayer cumplió los 17 años, no es un niño cualquiera. Es el hijo de una pareja de migrantes africanos, el padre de Marruecos y la madre de Guinea Ecuatorial, que llegaron a España en busca de su sueño y pasaron de ser sin papeles a residentes de un barrio obrero y multicultural, Rocafonda, en Mataró.
El gol decisivo de Lamine es, con semejantes ingredientes, una metáfora perfecta del mundo mestizo, de fronteras difusas en el que nos movemos. Catalán de nacimiento, español por derecho y africano por origen. Un ejemplo de hasta dónde puede llegar un niño con un talento con el apoyo adecuado.
Lamine ha puesto luz sobre ese barrio al que brinda cada gol que marca con el 304, los tres últimos números de su código postal, y ha desmontado de una patada los prejuicios que la ultraderecha amplifica sobre la población migrante, sobre todo la musulmana.
Con pocos días de diferencia, otros 400 niños —21 destinados a venir a Castilla y León— nos han librado de los cinco gobiernos de Vox con el Partido Popular en otras tantas comunidades autónomas. Estos niños —también niñas, aunque son minoría— se han convertido en la hecatombe que ha precipitado la ruptura unilateral de la ultraderecha que hay que celebrar aunque veremos hasta dónde abandona el PP la agenda que le ha marcado su ya exsocio. En Castilla y León, tierra pionera en el pacto, desde las elecciones anticipadas de febrero de 2022, Mañueco no ha sido capaz de aclarar qué hará con las leys de concordia y violencia intrafamiliar, remitiendo a los periodistas a una especie de jeroglífico de sus discursos, y mantiene la ‘confianza personal’ en el consejero de Cultura. En Valencia, donde el presidente cesó a todos los consejeros de Vox, habían sellado la ley de concordia con un gran abrazo.
Los 400 menores de la vergonzosa y vergonzante ‘disputa’ son solo una pequeña parte de los 6.000 que esperan, en auténticos centros de detención, a que una reforma de la Ley de Extranjería obligue a las comunidades a una distribución que haga efectivo el deber de protección a la infancia que forma parte de sus competencias. Canarias y Ceuta y Melilla no tienen capacidad ni para tramitar las tutelas.
Los niños y las niñas son diamantes en bruto que pueden brillar como astros o convertirse en polvo si son machacados. Nadie quiere que lleguen miles de personas a nuestras costas en cayucos o pateras y mucho menos que haya niños que hagan esa travesía, que a veces acaba en la muerte, sin adultos que los acompañen. Pero sucede. Porque vivimos en un mundo desigual. Y como país, y como civilización, no podemos permitir que reducirlos al despectivo de ‘menas’ los condene como seres humanos por creer en un sueño.