Diario de León
Publicado por
Pedro García Trapiello

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Q ué contrasentido y cuánta pena penita dormir tan pegados culo contra culo como cónyuges en terco enfurruñe haciendo que roncan en esa sólida cama, la balsa de piedra que soñó Saramago, ibérico lecho, mismos montes y ríos con aguas cazurras que acaban lamiendo Oporto, misma azinheira, verde pardo de recia encina, tierra nada tacaña si se labra matando penas con fado allí o copla aquí, tierra ensanchada soñando ultramares... balsa de piedra que navegaría a otros destinos al pairo de la historia. Qué lástima verse así. Eh, tú, mírame. Date la vuelta. Y qué detalle que el primer viaje internacional de la princesa Leonor haya sido a Portugal, la nación hermana mal entendida, desconocida en tanto, cercana en todo. En el brindis con su anfitrión el presidente portugués usó la lengua de Camoens que aquí ni balbuceamos creyendo que en Lusitania tienen la obligación o no más remedio que entendernos en un rudo y a menudo altanero castellano. Y lo que sólo fue una breve salutación de deferencia en portugués quise imaginarla alegato más extenso y sincero en el que la princesita se atreviera a hablar de dos lenguas de misma raíz y sentimiento, del imperdonable desconocimiento que aquí gastamos siendo canción sonora y siseo de poeta, de lo bien que nos comprenderíamos si se superaran rencores de aljubarrotas y conflictos dinásticos que sólo rediviven los que prefieren vivir en podridas cárceles del pasado, lenguas que si ya tan fácilmente se entienden, enhebrarían un necesario asimilarse futuro, un darse la vuelta en esa cama muda y fecundarse mientras invitan a ello bajo el balcón los sones alegres de una estudiantina lisboeta y una tuna compostelana. Y caritas de azucena se nos pondrían a todos. Dígalo esa maragata cuyo pañolón tradicional de estambre es de origen portugués. Y dígalo yo volviendo cuanto antes a la península de Peniche y al monasterio de Alcobaça, musicando el ameno trayecto José Afonso, «Zeca», con su « Venham mais cinco », venga esas cinco, trato hecho, la mano es la palabra... Ay, Portugal, ¿por qué te quiero tanto?...

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