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Presidenta de la Real Academia de las Ciencias

Ana Crespo: «A veces se cree más en un bulo complejo que una idea científica sencilla»

La bióloga Ana Crespo, primera mujer al frente de la Real Academia de las Ciencias. DANIEL GONZÁLEZ

Publicado por
Rocío Mendoza
Madrid

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Ana Crespo (Santa Cruz de Tenerife, 1948) fue una niña de matrícula de honor con más curiosidad que espacio donde darle rienda suelta. No extraña que, en cuanto pudo elegir, se dedicara a la ciencia y dejara atrás su Canarias natal para emprender su carrera investigadora como bióloga. A sus 74 años, protagoniza el hito de ser la primera mujer al frente de la Real Academia de Ciencias (RAC) en sus 177 años de historia.

—Margarita Salas fue la primera académica en 1986 y usted la tercera, en 2010. Ahora, es la primera presidenta. ¿Cómo lleva tanta excepcionalidad?

—Ha sido una sorpresa porque lo normal es que se consigan los votos necesarios tras varias vueltas, pero mi nombre salió a la primera. Los compañeros ya conocían mi trabajo y de ahí la confianza. Sobre lo de ser la primera mujer, la única razón reside en que somos menos en número. No me he sentido a priori discriminada en la RAC.

—La institución no tenía presencia femenina en origen y aún es escasa. ¿Está la paridad entre los objetivos de su gestión?

—Las mujeres no estaban en la lista, no, a pesar de que la academia tuvo un origen femenino: la fundó la reina Isabel II. Tampoco en las otras academias europeas. En España el ingreso fue especialmente tardío y con cuentagotas. Ahora, de los 155 académicos, 37 son mujeres. En los nuevos estatutos está previsto alcanzar el equilibrio en un tiempo razonable.

—Dice nunca haberse sentido discriminada en la academia. ¿Y a lo largo de su carrera?

—La primera discriminación la viví, curiosamente, en el contexto internacional. Hice un curso de iniciación en mi especialidad —los líquenes— y al acudir al colega que quería como tutor me dijo: «Latina y mujer. Esta chica trabaja bien pero es perder el tiempo porque luego se casa y no se profesionaliza». Fue mi primer choque: tener que demostrar hasta dónde iba a llegar. Pero me rebelé absolutamente. Mi primera discriminación fue un incentivo.

—¿Y cómo se rebela una?

—Pues no cediendo. A ese señor se le ignora y se busca a otro igualmente bueno que pueda tutelarte. Fue lo primero, pero a lo largo de la carrera científica hay un importante cuello de botella, por ejemplo, para ser catedrático. En ese momento sí que tienes que ponerte las orejeras. Con posterioridad, ya no creo que te discriminen, sencillamente los hombres son mucho más visibles. Frente a un hombre que es bueno y visible, una mujer que es buena pero menos visible se queda atrás. Me ha ocurrido a mí y a muchas mujeres. Ahora las mujeres en vanguardia están muy pendientes de su visibilidad.

—Se dice que las mujeres que se hacen hueco ejercen roles masculinos. ¿Se ha sentido así?

—Ser competitivo es masculino y femenino. Es profesional. Lo que sí influye es el rol familiar.

—¿Cuál fue el suyo?

—Tengo un marido que me ha apoyado. Cuando en España no había opciones de becas, él me daba el apoyo económico para investigar fuera. Mi familia no ha sido un freno sino más bien el acicate. Solo tuve un hijo, eso sí. Si no hubiera tenido muchas exigencias profesionales habría tenido más. Pero no lo viví con frustración.

—Fue directora de Universidades con Felipe González. ¿Qué le aportó para esta nueva etapa?

—No se parece en nada al puesto de ahora, pero gracias a él tengo una cierta tendencia a mirar con perspectiva qué pasa en la ciencia. Para mí, verla de lejos fue extraordinariamente formativo y aprendí que gobernar es muy difícil.

—Con esa perspectiva, cuál es su diagnóstico.

—España está haciendo un esfuerzo enorme y tiene una posición muy buena en el panorama internacional. Donde veo que hay un déficit importante es en la transferencia del conocimiento al sector productivo. La financiación de ciencia y tecnología española es muy baja si se compara con los países del entorno. Ahora bien, si se mira con detalle también es muy baja la aportación del sector privado. Muchísimo más que el público. Los números cantan.

—¿Tiene la academia una relevancia justa en su entorno?

—Queremos divulgar mejor, eso es verdad. Nuestro marchamo tiene una gran credibilidad y este es un patrimonio valiosísimo, por ello tenemos una responsabilidad con la opinión pública. Tenemos un proyecto para difundir píldoras informativas contra los bulos.

—Le preocupa la desinformación.

—A veces parece que se cree más en un bulo complejo que una idea científica sencilla, sí. Me parece que el impacto que las redes sociales ejercen sobre la sociedad tiene que, de alguna forma, irse filtrando y serenando. No puede ser esta inmediatez y velocidad que hay en la información, que, en parte, puede provocar las peleas y los insultos. Hay que ser más reflexivo.

—Acaba de conocerse el ahogo económico de algunas facultades. ¿Cómo ve la evolución de la institución en este sentido?

—La financiación de la universidad tiene que crecer sí o sí. Hablo de la universidad pública, claro. Si tú comparas a un catedrático español con un alemán, que trabajan codo con codo en el mismo proyecto, es espantoso el abismo entre el apoyo que recibe uno y otro.

—¿Lo ha experimentado?

—A mí me ha pasado, por supuesto. Era así y va a peor. Pero la educación superior, la universitaria, es una inversión de futuro. Es algo clarísimo que han descubierto todos los países. ¿Por qué nosotros no? Tiene que mejorar, y mucho.

—En efecto, investigar tiene mala prensa en España. ¿Qué le diría a un joven biólogo que se siente atraído por esta opción?

—Que no hay una carrera que más pueda satisfacer en la vida. Esto no se le parece ni siquiera a hacerse muy rico. La carrera investigadora, en la satisfacción de la curiosidad, tiene una proyección hacia la humanidad tal que llena completamente. En ciencia, además, es bellísima. Así que si le digo ¡ánimo! es porque está haciendo lo mejor, lo que no tiene parangón. Ahora bien, mártires no. Es de justicia elemental apoyar con generosidad a un científico que va a rendir mucho a la sociedad el día de mañana.

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