Manuel Rodríguez Pascual, doctor en veterinaria y experto en trashumancia y merinas: «La lana podría volver a ser otro resurgir de la montaña»
Manuel Rodríguez Pascual (León. 1949) cerró el círculo de las merinas en la majada más grande del mundo. Este ingeniero agrícola y doctor en veterinaria viajó a Australia y Nueva Zelanda, de la mano de la Vista Linda Foundation, después de tres décadas por cañadas, cordeles y veredas y acompañado a los pastores en el tiempo que le dejaba su trabajo en el Instituto de Gandería de Montaña del CSIC y que `hurtaba’ a la familia. El autor de La trashumancia: cultura, cañadas y viajes , Trashumancia, paisajes, vivencias y sensaciones y de Babia a Sierra Morena, entre otras, alumbró esta primavera Merinas y la industria de la lana (Rimpego ediciones). El libro recorre cinco siglos esplendorosos en los que la lana de las ovejas que pasaban el verano en las sierras de León, Soria, Segovia y Cuenca monopolizó los mercados europeos y un presente lleno de incertidumbre, pero siempre esperanzado en los ojos del gran defensor de merinas, merineros y pastores. El libro cuenta con magníficas imágenes de rebaños en dehesas, puertos y cañadas, se detiene con lujo de detalle en el proceso de la lana, y termina con un «epílogo esperanzado» y la foto de un bebé arropado con prendas de lana de calidad.
—Después de casi cuarenta años detrás de las merinas, ¿Por qué pone el foco en la lana?
—Es un tema importantísimo y puede ser futuro para la montaña y para España en este contexto cambio climático. La lana es un producto sostenible si somos capaces de encauzarlo y puede tener su futuro como lo ha tenido en otros países.
—¿Hay escepticismo o desconocimiento sobre el potencial de este recurso en España?
—Es desconocimiento de nuestra historia, nuestros recursos y lo que supuso la lana para nosotros durante más de cinco siglos. Con este libro pretendo que la gente descubra ese pasado histórico que nos dio de comer, no sólo a los ganaderos sino a toda la gente que vivía alrededor (transportistas, pastores, esquiladores, los que hacían los fletes para enviarla a Europa). Nosotros perdimos la fe en la lana a mediados del siglo pasado, pero otros países como Australia siguieron seleccionando y han avanzado.
—¿Cómo se puede conseguir que sea rentable?
—Como lo ha demostrado una familia de ganaderos de la montaña leonesa (Argimiro Rodríguez, de Tejerina) que importaron semen de las ovejas de Australia y han conseguido resultados muy importantes. Esta familia de ganaderos emprendedores ha dado el primer paso para que los merinos que salieron de nuestro país hace 200 años retornen de nuevo a nuestras montañas y riberas.
—¿Este ‘viaje de vuelta’ de las merinas leonesas es la única opción?
—Es el camino si queremos avanzar rápido. Si solo seguimos un proceso de selección genética con nuestras ovejas a lo mejor tardamos treinta o cuarenta años. Si importamos semen, he visto que con los cruces, en tres o cuatro años, obtenemos lana de una calidad excelente porque partimos de unos genes que ya teníamos.
—En realidad esas ovejas australianas proceden de León. ¿Hay que seguir recordándolo?
—A veces perdemos la perspectiva histórica. Los puertos de montaña, que pasan desapercibidos para mucha gente, fueron un recurso importante de toda la montaña leonesa por la calidad de sus pastos. Los mejores rebaños se peleaban por estar aquí hasta en los siglos XVI-XVIII. Los pueblos arrendaban los puertos y hacían muchas inversiones, desde contratar maestro o practicante, arreglar caminos e incluso repartían dinero entre los vecinos. La gente, además, iba de asalariada en esas grandes cabañas. La decadencia de la montaña empezó cuando, tras la guerra de la independencia, disminuyen las ovejas en los puertos porque ya empezaron a sacar lanas en otros países de tanta calidad como la nuestra. Pero la lana podría volver a ser otro resurgir de la montaña. Muchos pueblos, a través de la lana con una ganadería extensiva bien planificada, pueden tener su segunda oportunidad y así evitar la despoblación.
(Las ovejas merinas salieron de España primero como regalo de bodas en las alianzas con coronas europeas, pero la gran diáspora se produce por la invasión napoleónica. Franceses, como enemigos, e ingleses como aliados se llevaron el vellocino de oro de España. La cabaña de la montaña leonesa fue a parar a la granja experimental de Rambouillet; la de Negrete, desde Riaño y Cervera a Inglaterra; la de El Escorial, de Babia a Ciudad del Cabo y Nueva Gales del Sur...)
—¿Qué debe mejorar la lana española para competir en el mercado internacional?
—Los ganaderos deben conocer los parámetros que se manejan en el mercado internacional de la lana. A eso dedico un apéndice del libro. Aparte de la finura y longitud se tienen que cumplir otros parámetros y todo ello certificado por un organismo internacional de que carecemos en España. Actualmente, para certificar la lana española que se exporta a China solo hay laboratorio en Escocia. Hay que enviarlo allí y tiene que recogerlo personal de allí.
—Algo que se podría poner en León, ¿no?
—En León o en Extremadura o en cualquier parte de España.
—¿Parte del problema es que la lana en España se considera un residuo?
—La lana en España está muy despreciada. No porque tengamos lana de merina mala. Tiene una finura aceptable. Pero es muy corta (5-6 cm.) y para las industrias de hilaturas se necesitan de 7cm. en adelante. Otro problema es que lana al esquilar las ovejas se recoge muy mal.
—Los ganaderos de León cuentan que se la llevan y a final de año a lo mejor les pagan algo.
—China tiene cerrado el mercado de la lana desde el covid. Pero son coyunturas. Yo creo que se volverá a abrir porque el futuro es la lana. El petróleo, del que derivan gran parte de los tejidos, se agota. El algodón exige herbicidas, insecticidas y muchísima agua, que cada vez es más escasa. La lana tiene su gran baza en que las ovejas aprovechan los recursos naturales que no entran en competencia con el hombre, aprovecha espacios naturales, es un producto de calidad y nos ayuda a mantener la montaña libre de incendios. Es un producto de gran calidad y bien encauzado es un producto de futuro.
—La ganadería ovina también ha encontrado un gran competidor en el vacuno en los puertos.
—Claro, el vacuno o caballar no necesita pastor y pagan el doble o el triple que el ovino. Pero los puertos pierden diversidad con el vacuno. Habría que volver a reorganizar la montaña otra vez.
—¿Cómo valora el proyecto BioNNOMIA que se acaba de presentar en Salamón?
—Es positiva la implicación de la Universidad de León y de Cesefor, con la Fundación Monte Mediterráneo, que busca crear marcas de calidad que den valor a los productos de la oveja, al igual que formar pastores y formarlos adecuadamente para el siglo XXI porque no tenemos relevo.
—¿Tiene otros proyectos en preparación?
—Este libro ha sido muy costoso de realizar, aparte del trabajo intelectual. Tuve la suerte de encontrar a un editor como Joaquín, de Rimpego. Yo me quedo aquí. Puede que surjan otras cosas, pero no de esta envergadura. Sigo con la ilusión de mostrar que este mundo es importante y que tiene futuro. La trashumancia en realidad tenía el objetivo de producir la lana para exportarla a otros países, no era por la carne. Obtener un producto de calidad con la historia de cinco siglos que tenemos va a llamar mucho la atención si sabemos canalizarlo.
—¿Cuál es su mensaje para los ganaderos?
—Darles ánimo y que sigan. A ver si nacen nuevos ganaderos. Todo lo que hago es para ellos. Es importante que tengan fe y que se unan, porque si no es unidos es imposible afrontar el futuro. Tenemos ahora un joven ganadero leonés como presidente de la Asociación de Criadores de Merino Español. Yo creo que va a dar un impulso a recuperar la lana, que hasta ahora nadie había tenido interés.