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Publicado por
 Ana Gaitero
León

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E n el pueblo leonés de Reliegos cayó un meteorito un 28 de diciembre de 1947. Una placa recuerda la efeméride en mitad de la calle Real, paso de peregrinos. Una condrita ordinaria de apenas 23 cm de diámetro y 10 cm. de alto que pesaba nada menos que 17 kilogramos. El pueblo se despertó a las 8.30 horas con su estertor, pues el cuerpo celeste se partió en tres pedazos que provocaron un agujero de unos 35 cm.

El meteorito fue a parar al Museo Nacional de Ciencias de Madrid, aunque uno de sus investigadores se quedó con un pedazo que, tras su muerte, apareció en la caja de un cuarto trastero cuyo alquiler se dejó de pagar. Alguien lo intentó vender por internet y el pedazo de condrita fue recuperado por la Guardia Civil.

En Reliegos veneran el meteorito hasta el punto de que uno de los bares locales, la bodega Gil II, ofrece la ‘burguer meteorito’ entre sus especialidades. Pero en Reliegos no viven del meteorito, ni siquiera de los exquisitos tomates que se cultivaban en sus huertas con noria y burro y cuya fama se aposenta ahora en el tomate de Mansilla.

En Reliegos, si no viven de el Camino de Santiago, la ruta jacobea es la que da vida al pueblo. De abril a noviembre son muchos los pueblos leoneses que abren sus puertas y despiertan del letargo del invierno para recibir a las riadas de caminantes que conforman un mundo paralelo. Una especie de túnel sin techo que atraviesa 210 kilómetros de la provincia de León, desde antes de Sahagún hasta la salida a Galicia por La Faba y Laguna de Castilla, en lejanas tierras del Bierzo Oeste.

Como si fuera la Vía Láctea traspuesta a ras de suelo, por el camino circulan nacionalidades, lenguas, rostros y alegrías y sufrimientos tan variadas como los astros de allá arriba. Las estrellas son destellos del pasado que contemplamos en el firmamento, especialmente en estas noches de verano de Perseidas que están a la vuelta de la esquina. Los peregrinos y toda la red de servicios que florecen a su costa, aunque sea una parte del año, son el presente y la tabla de salvación de muchos de estos pequeños pueblos por los que ya no paran los trenes, como El Burgo Ranero o Villavante, o las autovías los han convertido en pasos prescindibles, como los del Bierzo Oeste.

León debe cuidar sus caminos. Casi 700 kilómetros de rutas jacobeas con el Camino Olvidado, la Ruta Vadiniense, el Camino de San Salvador, la Vía de la Plata, el Camino de Invierno desde Ponferrada a Orense y el Camino de Madrid. Y debe defenderlo frente a la voracidad gallega —da la compostelana con los 100 últimos kilómetros— que ha convertido a Santiago en un modelo insostenible de turismo peregrino. Cuidar el camino y a los caminantes para que estos pueblos no queden asolados como si hubiera caído un meteorito gigantesco. Buen camino y felices vacaciones.

Se toma lo suficientemente en serio la vida que el Camino de Santiago da a muchos pueblos de León?

Los 210 kilómetros del Camino Francés son como un túnel transparente de lenguas, rostros, nacionalidades y alegrías y dolores