El colegio de León que enseña matemáticas en el «Colmadito de Isidoro»
En busca de la autonomía El colegio CEIP San Isidoro de León cuenta con un modelo pedagógico innovador sin libros de texto que busca desarrollar la autorregulación de los niños y colaborar en su desarrollo emocional y social
En 2018, el Colegio CEIP San Isidoro contaba con tan solo 10 niños, el centro corría riesgo de cerrarse con tan poco alumnado y se iba a producir un cambio en la dirección. Entonces llegó Lorena González Cotado a rescatarlo. Maestra de pedagogía terapéutica y de primaria en Castro Urdiales y más tarde en La Magdalena, la docente envió una propuesta de dirección para el colegio y la aceptaron.
La iniciativa contaba con un modelo innovador, con metodologías activas, sin libros de texto y con mayor participación por parte de las familias. «Los libros de texto tardamos dos años en quitarlos, fue una retirada paulatina y en paralelo formamos a los profesores que iban llegando porque no todo el mundo puede ni quiere trabajar sin libro de texto, al final es una herramienta que da mucha seguridad y si no has trabajado nunca sin él y no estás formado puede dar un poco de vértigo», asegura la directora.
Uno de los objetivos de esta metodología es desarrollar la autonomía de los niños. «Lo que no tiene sentido es querer trabajar la autonomía cuando el día a día en un aula es: buenos días, abrimos el libro por la página tres, vamos a hacer todos juntos la actividad número cuatro. No dejas espacio para esa autonomía, como la vas a desarrollar si lo estás decidiendo todo tú» comenta Oscar Casado, jefe de estudios del colegio. La finalidad es que «el profesor ya no sea el que me dice lo que tengo que hacer sino al que acudo cuando necesito preguntar algo», añade.
Uno de los rasgos distintivos del centro es el aprendizaje contextualizado. «Para aprender a sumar y restar, no les ponemos ejercicios en una página sino que les damos un contexto para utilizar los cálculos matemáticos. Por ejemplo, uno de los recursos que utilizamos es ‘El Colmadito de Isidoro’ un supermercado ficticio donde los niños «hacen la compra» y calculan cuánto se pueden gastar con un presupuesto determinado», asegura el jefe de estudios.
Las aulas multinivel también forman parte del proyecto educativo. En primaria se agrupan cada dos niveles y los de infantil van los tres juntos. Cada aula se compone por unos 18 niños por clase. «Todo el modelo trata de cuidar que la atención sea muy individualizada, respetar los ritmos y la forma de aprender de cada niño. No solo trabajamos a nivel social y emocional sino que tratamos que tengan una educación integral y más globalizada», explica González.
Además, otra característica que los diferencia es la presencia de grupos interactivos. «Una sesión que se organiza semanalmente donde el profesor diseña cuatro tareas dinamizadas por una persona de la comunidad educativa: un padre, un profesor jubilado, un alumno de la universidad que ha venido de prácticas, alguien del Ampa. Queremos que los niños vean con normalidad que un adulto de la comunidad educativa participe de forma activa en el colegio. A los niños les encanta y a los voluntarios que vienen también», añade.
El proyecto no es una comunidad de aprendizaje pero está muy influenciado por su filosofía. «Este tipo de metodologías solo las había estudiado en la universidad. Siempre me parecieron muy interesantes pero sonaban lejanas, en Europa, Barcelona, el País Vasco. Me sorprendió mucho encontrar un colegio en León que aplicara este modelo educativo», comenta Paula Portillo, secretaria del colegio.
A muchos padres les preocupa el cambio al llegar al sistema tradicional del instituto. «Nosotros siempre les decimos: pensad que se van a llevar lo mismo que se llevan en otros centros porque los contenidos curriculares son los mismos, pero es que además de esos contenidos trabajamos otros aspectos, como son las habilidades sociales, la gestión emocional, la autonomía, todas esas cosas se las llevan de añadido», apostilla la directora.
«A veces se confunde, el respetar tanto a los niños, trabajar de una forma más lúdica, más competencial, que tiene más que ver con la vida diaria, parece que el nivel de exigencia en el contenido curricular es menor y para nada es así. El nivel de exigencia es alto»
En seis años el colegio ha conseguido multiplicar su número de alumnos.
«En 2018 había 10 niños y ahora ya son 165, en una ciudad con pérdida de población. Eso demuestra que hay un interés por parte de las familias, que quieren algo diferente y también es un refuerzo para el proyecto educativo», declara Óscar Casado.