Cornada de lobo
El Hostial
Recuerdo que quien primero llamó aquí Hostial al Hostal de San Marcos (y anótese lo curioso de que fuera un venerable cura de renombre y amparo de escritores) fue don Antonio González de Lama. Nos lo contaba al oírselo alguna vez en su boca don César, nuestro tío, cura como él y beneficiado de la Catedral, amigos unidos en sintonías y en el fumeque. Don Antonio fumaba picadura de liar cayéndole contínuamente ceniza de sus petardos en la pechera de la sotana y obligándose a sacudirla agitadamente con la mano como quien toca la guitarra en un rasgueo frenético; sin embargo, don César fumaba pitillos, cajetilla de rubio y otra de negro al día dejándonos el comedor nublado como cocina de curar y confesándonos, ya en sus 70, que jamás había tragado el humo, ¡coooñó!, pero nosotros sí, y sabiéndome a perfume goloso si era de rubio americano. Y entonces quise heredar de Lama el atinado nombre de Hostial por ser en sus comienzos un hotel privativo de gran lujo y hostión en la dormida o en su selecto relais. En eso debió de pensar el bueno de don Antonio bautizándolo como es debido.
Quizá habría que llamarlo ahora Requetehostial, hostión al cubo, pero dándoselo esta vez a una ciudad que se ve frustrada por haberse iniciado en él una reforma pretenciosa, discutible, inconclusa y enervante, reforma que en los últimos siete años viene abortando por sistema la mitad de lo proyectado y prometido. De lo que perpetró en su interior modernizado una arquitecta portuguesa de mucho caché, mejor no hablar; qué barata vulgaridad plana coló ahí desfigurando lo que se espera ver por dentro de un deslumbrante monumento plateresco por fuera; hasta parece galería de cárcel lo que se ve desde su nueva cafetería. Y ahora, para simular que hacen, meten calderilla presupuestaria para adecentar la fachada de la iglesia, sanear el coro y otros flecos. Pero de acabar el proyecto, na de na. Repiensan, enredan, vuelven a prometer, se olvidan y nos toman el pelo del pubis... ni puto caso nos hace Paradores, dice aquí la autoridad.