La cabra loca de San Bartolomé
C uenta Ismael que alguna vez su padre decía que cuando berraba la cabra loca es que iba a llover. Lo cuenta bajo el famoso arco de su pueblo, un arco que dice que es del siglo XVI y que puede estar sobre un antiguo priorato templario. Al menos eso es lo que dicen algunos, porque las pruebas tampoco abundan. Sin embargo, por lo que alguna vez se hizo famoso San Bartolomé de Rueda fue por la cabra loca, la cabra que cuando berraba en el monte hacía que a más de uno se le pusieran los pelos de punta y que las caballerías se encabritasen negándose a seguir su camino. Aquella fue una auténtica historia de terror que conmocionó a la sociedad leonesa, pero que hoy ha caído casi en el olvido.
De vez en cuando, algún curioso se deja caer por San Bartolomé interesándose por la historia. Incluso ha aparecido algún artículo en la prensa. Pero Ismael nos dice que de la conmoción que causó aquel suceso hace cien años no quedan más que vagos recuerdos y expresiones como aquella que nos contaba de su padre. Lo cierto es que por aquel entonces llegaron a San Bartolomé periodistas de Madrid que recogieron de boca de la gente aquella historia: que si todo había empezado con el incendio provocado de una majada en la que habían muerto cientos de ovejas, que fue una gran pérdida, que si había sido una venganza y que todos los indicios apuntaban a gente de Garfín... Y entonces la gente solía hacer una pausa dramática en su narración para contar a aquellos que venían a preguntarles cómo, justamente a partir de la muerte de aquel sospechoso, empezó a escucharse en el lugar de la majada quemada aquel quejido lastimoso, aquel beeee que salía como de las entrañas del monte y que era capaz de helar la sangre en las venas del fulano más valiente.
Nadie sabía explicar el origen de aquel berrar infernal. Algunos trataron de explicarlo como si fuese el sonido producido por un ave, otros por el viento, pero ninguna teoría fue capaz de demostrarse. Lo cierto es que aquel sonido de ultratumba aparecía cuando menos se lo esperaba, hasta el punto que muchos no se atrevían a pasar por el lugar, especialmente si había luna llena.
¿Que cómo terminó aquéllo? Dice Ismael que así como llegó se fue. De pronto un día la cabra loca de San Bartolomé dejó de berrar. Ismael posa entonces su mano en el arco y apunta hacia una inscripción que hay en él. Hace años, la leyenda todavía podía leerse, nos dice, pero hoy las letras ya están casi borradas. Algo así como la historia de la cabra loca que acaba de contarnos.