CINE DOCUMENTAL
'El método Farrer': escribirle una carta a tu yo de dentro de veinte años tiene premio
La cineasta valenciana Esther Morente ha dedicado cinco años de su vida a investigar cómo un experimento que puso en marcha hace treinta años Bruce Farrer, un maestro de pueblo canadiense, puede responder hoy preguntas de vida tan importantes como qué fue del niño que todos deberíamos llevar dentro.
Esta historia, que se cuenta en su documental 'El método Farrer', comienza cuando un profesor de instituto les pide a sus alumnos, como ejercicio de clase, que escriban una carta manuscrita, de diez páginas, al adulto que serían dentro de veinte años, contándole quiénes eran, cuáles eran sus gustos, sus problemas, sus anhelos...
El documental retrata el impacto que produjeron esas cartas en sus destinatarios cuando finalmente las recibieron y desvela un eje común. "Todos sintieron compasión por el niño que fueron", afirma Morente en una entrevista con EFE, con motivo de su estreno en salas mañana 30 de agosto.
"La autocompasión, ver tu yo del pasado, a tu adolescente cuando vivía el momento más vulnerable, tan frágil, generaba en aquellos adultos una necesidad de abrazar esas heridas que después nos acompañan durante toda la vida", apunta Morente.
Cuando la directora contactó con algunos de estos alumnos (Farrer custodió y envió cerca de mil cartas), observó que todos ellos querían decirle a su adolescente "no pasa nada, todo está bien; al final, todo mejora muchísimo".
"Quitar la gravedad de las cosas, mirar con perspectiva permite aligerar (...) Tener esa mirada compasiva nos sirve también para hoy: es necesario quererse a uno mismo", considera la directora.
Esta vista atrás, asegura Morente, "es un acto de amor con mayúscula, no amor ñoño, sino una lección de amor de este profesor a sus alumnos a los que quiere enseñar que lo mas importante eres tú. Esa carta es un regalo de vida".
Morente y Farrer parecen haber estado predestinados el uno para el otro. Ella, actriz y cineasta sumamente ordenada, trabajaba sobre una historia de cartas que nunca llegaron a su destino cuando le asaltó un artículo de una revista americana con el cuento más bonito que había oído sobre cartas. Y era real.
Bruce Farrer, maestro en un pueblito perdido en Canadá, Fort Qu'Appelle, era 'el gran coleccionista de recuerdos'. Desde niño se había dedicado a atesorar objetos e ideas, o crear un árbol genealógico de doce metros de largo.
En la escuela Bertfox Community, donde trabajaba, no eran precisamente alumnos ejemplares. A Farrer se le ocurrió que hicieran un ejercicio 'futurista' y se escribieran una carta que él mismo les enviaría pasados 20 años. Tenía unos 25 alumnos por clase y lo hizo con todos durante más de treinta años.
"La primera vez que mandé la tarea fue en 1962, el primer año que daba clase", porque la idea, al principio, era que ellos mismos se las enviaran. "Pero las perdían, se las robaban, otros vulneraban su intimidad. Así que en 1977 decidí custodiarlas yo", explica Farrer a la cámara de Morente. Es un anciano menudo, sencillo, sandalias y camisa de cuadros, andar rápido y resolutivo y arrugas bien marcadas en su cara.
Guardó todas esas cartas, primero en el instituto, cuando se jubiló, en su casa, y las envió religiosamente dos décadas después de haber sido escritas cada una de ellas. 'El método Farrer' asiste al final de esa enorme labor: la entrega de la última carta.
Pero lo más emocionante de esta historia es ver cómo las reciben esos alumnos, adultos con sus vidas ya hechas y presentes muy diferentes (o no) de lo que imaginaban.
Algunos esperaban días para abrirlas; otros las leían en soledad. La mayoría se emocionaba al reconocer a su antiguo yo, las chicas, más que los chicos.
"Es verdad que ellas tenían el relato más emocional, pero eso no es norma. Hay casos como el de Darren Goodwill -recuerda Morente-, un indio Saskatchewan que ahora trabaja en la defensa de los pueblos indígenas, que al leer la carta revivió el abandono de su padre, que era alcohólico.
Morente se entrevistó con decenas de ex alumnos. "Lo más difícil fue seleccionar, cada entrevista era tan intensa que decidí elegir en función de lo que me llegaba más al corazón, no fue racional -confiesa- sino totalmente emocional, poniéndome en la piel de cada uno".