La nueva hora de Mansilla de las Mulas
El último reloj de sol hecho en León
La villa del Esla construye un reloj de sol que marca la hora en la antigua iglesia de San Martín, ahora casa de cultura. Es el último de una larga tradición en la provincia.
La Catedral de León, el parador de San Marcos, la Catedral de Astorga, la parroquia de San José Obrero de Ponferrada, el convento de San Francisco de Villafranca del Bierzo, la iglesia mozárabe de Peñalba de Santiago y casas particulares en Trabadelo y Cacabelos son algunos de los enclaves de la provincia donde el tiempo se mide con el sol.
Desde este verano, Mansilla de las Mulas cuenta con el último reloj de sol hecho en la provincia. En la que fue iglesia de San Martín de esta villa, actualmente casa de cultura municipal, da la hora el ingenio dibujado sobre dos metros y medio cuadrados.
Se trata de un reloj vertical cuyo trazado geométrico y números están hechos con la técnica del esgrafiado que su autor, Eduardo Lavilla Francia, practicaba en uno de los cursos internacionales del Centro de Oficios Homo Faber y propuso hacer este artilugio que se ha usado para marcar las horas en todo el mundo desde tiempo antiguo.
El proceso de construcción de un reloj solar comienza clavando un hierro en la pared o en la superficie donde se vaya a instalar. «Para gente que no es experta, siempre digo que siempre digo que se mira el reloj y, según la hora, vas marcando; pero la verdad es que para que te salga bien, hay que hacer un trazado geométrico con sus cálculos», explica.
Una de las claves para trazar el dibujo es que «a las horas centrales del día el sol más lento por la órbita celeste, así que las horas más distantes de las 12 tienen que ser más abiertas», aclara el gnomonista. Los cálculos se realizan en función de la latitud y la orientación del muro respecto al sur celeste.
La aguja o gnomon es la última fase de la obra. Igualmente, hay que colocarla en función de la latitud del lugar y siempre orientada al sur solar, «que no es el sur magnético». Ahora hay aplicaciones de astronomía que facilitan toda esta labor, pero Eduardo Lavilla Francia acostumbra a seguir el método artesanal tradicional. Él mismo fabrica la aguja, en este caso de acero inoxidable.
Algún vecino de Mansilla de las Mulas que siguió la construcción del reloj con curiosidad se preguntaba dónde estaba la máquina. «La máquina es el sol», le respondió el gnomonista. Por esta razón la aguja de un reloj de sol está fija. Es el elemento que proporciona la sombra para dar las horas.
Eduardo Lavilla dice que el reloj de Mansilla tiene «su aquel, su misterio», aunque prefiere no revelarlo invitando a la gente a que lo mire con detenimiento. Este aficionado a la gnomónica es natural de Terrer, un pueblo cercano a Calatayud (Zaragoza). En 2015 viajó a León a participar en un curso del Centro de los Oficios de León, de carpintería de lazo y armaduras. Luego se apuntó a hacer pintura mudéjar con Homo Faber y este año se matriculó en el taller de esgrafiado que organiza este Centro de los Oficios ubicado en Mansilla de las Mulas.
Aprendió a hacer los relojes de sol con su padre. «Hicimos más de veinte en las cooperativas vitivinícolas», señala. Con el tiempo se aficionó tanto que se puso a estudiar trigonometría y aprendió a diseñar el reloj de sol con escuadra, cartabón y compás, tal y como lo han hecho en la fachada de la antigua iglesia de San Martín.
Con la pandemia y, ya jubilado, recuperó la afición. Dos docenas, entre nuevos y restaurados, figuran en su hacer en estos últimos años. Allí donde viaja se fija en las paredes en busca de relojes de sol, que abundan más de lo que parece.
Eduardo Lavilla destaca dos ejemplares «extraordinarios» en León. Se trata del reloj solar prismático de la Catedral de León, que no hay que confundir con el reloj mecánico que se instaló en los años noventa. Es una obra de cantería. Situado en la torre sur del monumento, tiene tres caras que miran al este al oeste y al sur.
Anécdota
Otro reloj de sol «fantástico» y muy desconocido se encuentra en la fachada de San Marcos. Mirando al edificio, en su parte izquierda. «Si no lo buscas, no lo encuentras», señala. Sospecha que podría tratarse del mismo cantero, lo que cual supondría que, al menos en el caso de la Catedral, sería un reloj posterior a la edificación.
Ambos precisan una restauración. «Una limpieza y colocar de nuevo la aguja de nuevo es suficiente. Pero hace falta que el herrero sea un profesional de gnomónica, porque se hacen por ahí verdaderas barbaridades con los relojes de sol», apostilla Lavilla.
El autor del último reloj de sol de León en un edificio emblemático está satisfecho del trabajo realizado, a pesar de que no contó con el tiempo que hubiera deseado para hacerlo al ritmo que marca su oficio como gnomonista.