José, 105 años y como un rapaz: «Estoy harto de ir a los entierros»
José García cumple 105 años. La Utrera, su pueblo natal, le hará un homenaje este sábado. José está entre la media docena de personas de más edad de la provincia de León, que cuenta con 306 habitantes que superan el siglo de vida, la mayoría mujeres. «Se dice bien que cumplo 105, lo malo es todo lo que hay que pasar para llegar a esta edad».
A José García Álvarez lo que más le gusta es conversar con gente joven que le siga el ritmo. «La gente vieja tiene poca conversación», dice mientras reconduce los temas que son más de su preferencia. Sea cual sea el asunto con el que comience la charla, José siempre acaba hablando de la guerra civil. «Yo también fui joven, lo que pasa es que mi juventud fue algo mala por la jodida guerra. Estuve en el ejército seis años». Seis años que le marcaron para toda la vida. «Sin cobrar, al aire libre y viviendo cincuenta mil cosas que no se pueden ni nombrar», dice. «Las malas experiencias no se olvidan nunca, pero las buenas tampoco». Y con este pensamiento abre una ventana al optimismo. Lo mejor, dice, es seguir adelante. «Si tienes un enemigo lo mejor que puedes hacer es dejarlo solo y escapar. La vida te da lo tuyo y si tienes lo que necesitas ya tienes más de lo que mereces. Cada uno es según le trató la vida, y al revés. Cada persona lleva por dentro lo suyo. Hay personas que son buenas a todas horas, pero también las hay que son malas todo el tiempo».
Su pueblo natal, La Utrera, le hará este sábado un homenaje por convertirse en una de las personas más longevas de la provincia de León en la que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE) hay 306 mayores de cien años, la mayoría, 242, son mujeres, como Teresa Fernández que este mes de julio cumplió 111 años y se convirtió en la tatarabuela de León; o Isaura Martín-Granizo, con 108 años.
«Ya me hicieron un homenaje cuando cumplí los 100 años. Yo quiero bien a la gente de La Utrera, todavía se acuerdan de mí, pero ten en cuenta que los homenajes también se los hacen a las personas que son malas porque la gente tiene que pasar por el aro».
José tuvo cinco hijos y ha perdido a dos. Tiene un método infalible para no olvidar el número de nietos. «De cada hijo tengo dos nietos, así que la cuenta es fácil. Diez nietos y un biznieto». Su mujer, Concesa Díez, murió hace seis años, con 73. Tuvo cinco hermanos y todavía le queda una, Flora, que en julio cumplió cien años. «De entierros estoy muy harto. Me acuerdo mucho de mi mujer y mis hijos fallecidos. Sólo el que haya pasado por la muerte de un hijo sabe lo que es eso. Me acuerdo hasta de los cuatro entierros de mis abuelos. Si uno empieza a pensar en esas cosas de la vida se vuelve loco».
Entre las dificultades que le ha puesto la vida por delante recuerda un cáncer de colon a los 89 años. Este mes de julio superó una anemia, de la que todavía lo están medicando. Es una de las pocas medicinas que toma, junto al Seguril, el Adiro y la pastilla para el colesterol. Su hija Estrella, con la que vive, asegura que come de todo y en abundancia, aunque en julio lo pasó mal por la anemia «pero ya está mejor». El único cambio es que ahora salimos a pasear con la silla de ruedas porque en las cuestas le fallan las fuerza en las piernas. «Todos los días le recuerdo a mi hija que compre pan, si hay pan, no hay hambre».
El paseo diario no lo perdona casi nunca. Es uno de sus alicientes para ver a sus vecinos y conversar con ellos, una afición que no quiere perder y pone todo su empeño a pesar de sus problemas de audición. «Lo peor que tengo es el oído», dice mientras mira fijamente con su vivaces ojos. Y vuelve a recodar sus años en la guerra y su vida en La Coruña, donde aprendió el oficio de Zapatero. «Cuando trabajaba de Zapatero en La Utrera tuve muchos días de sentarme a las ocho de la tarde para hacer arreglos y levantarme de la silla a las ocho de la mañana, pero todo eso se lo calla uno, que es el único que sabe lo que ha pasado». Y en este punto vuelve a recordar el hambre que pasó en la guerra civil. «La guerra fue mala, pero fue peor la posguerra. No había qué comer. Recuerdo que una vez estaba en Valladolid y llevábamos 30 pesetas y no pudimos comprar pan porque no había en ningún sitio. En otro pueblo de Teruel pasamos tres días sin comer nada. Lo pasamos tan mal que todo eso se recuerda para siempre. Lo mejor que le puede pasar a un pueblo es desaparecer antes de que pase la guerra por él, que lo arrasa todo. Quien diga que todo eso hay que olvidarlo es porque no depende de esa carne que está enterrada en las cunetas. Lo malo no se puede olvidar».
Estrella lo mantiene informado de la actualidad. «Sigo poco las noticias porque no traen beneficio ninguno». Le interesa conocer las historias de personas que son tan longevas como él. «Pienso mucho en la vejez. Si en vez de tener 105 ahora tuviera 55 años podría vivir otra vida, porque aquella que me tocó era vieja y pobre».
Todos los días se arrima a las puertas de su casa para medir su estatura «y cada vez soy más pequeño. La vida nos engaña a todos. Cumplir 105 se dice bien, lo malo es todo lo que hay que pasar para llegar a esta edad».
Si duerme bien se levanta con energías suficiente para conversar. «Se levanta con mucha energía, pero si habla mucho se le van apagando las fuerzas con el paso de las horas», dice su hija Estrella, que para entretenerlo le pone música, su otra afición. A José le gusta escuchar «a los cantantes de mis tiempos» y nombra a Manolo Escobar, Juanito Valderrama, Antonio Molina «y una mujer, que es la que lo gana a todos, Rocío Jurado». De León le gusta toda la música y la temática de León. «Me gusta Roberto Rey porque empodera mucho a León».