Plácido Herrero de Prado, 2
En 1993, Fernando de Andrés Álvarez, Cecilio Vallejo González y Buenaventura Conde Salazar, firmaron este edificio para Ulibarri S.A. en un solar procedente de dos parcelas del Polígono La Palomera entre las calles Plácido Herrero de Prado, San Juan de Sahagún y Virgen del Camino, cuyas obras dirigieron con Carlos Benito F. Olalla como aparejador. Al parecer, fue Fernando de Andrés, inicial receptor del encargo, quien ajustó el aprovechamiento concedido por el Plan a un inmueble rectangular adaptado a los límites del solar, alrededor de un amplio patio y en dos bloques independientes sobre un sótano común para instalaciones y aparcamientos. La planta baja para locales comerciales, la rampa del garaje trasversal y centrada, y dos portales: uno por Plácido H. de Prado, y otro por un pasaje particular pegado a la medianera con acceso a las oficinas del primer nivel; ambos con bajada al sótano, salida al patio, escalera neutral y dos ascensores para subir a 55 Viviendas de Protección Oficial -unas accesibles por galerías interiores abiertas y otras por vestíbulos-, encajadas en parte del primer nivel y en cuatro plantas más. En las fachadas, ladrillo y revoco en fajas con sutil ordenación tripartita. Al este y al oeste grandes lienzos con vanos seriados entre coloristas balcones triangulares. Al norte y al sur, los accesos peatonales bajo cuerpos en voladizo con los mismos huecos verticales y balconcillos circulares en los bordes entre columnas de tendederos -hoy acristalados-. Y arriba, una gran moldura intermitente precede al friso estucado con ventanas, que dobla la esquina y recorre el edificio bajo una losa de hormigón a modo de alero en la emblemática cubierta curva de chapa de acero que remata la composición… Sin duda, los responsables del proyecto acometieron el proceso compositivo haciendo el habitual uso instrumental de las tipologías, pero aquí con decidida voluntad innovadora: manzana cerrada exacta, viviendas en corredor y tradicionales, fachadas con simetría reforzada y esa arquetípica cubierta metálica de cañón a modo de elemento iconográfico… Todo contextualizado y muy de la época, con innegable ascendencia Rossiana, cierto aroma Venturiano y… ¡muy Postmoderno!