El retrovisor
La sombra del capitán Tremor
E scribo estas líneas junto al mar. Ahora que cae con fuerza el telón del otoño, no puedo dejar de recordar la historia del capitán Tremor, que llegó en una ocasión a una de estas costas a bordo de una balsa después de naufragar en alta mar, cuando le sorprendió una de esas danas que explotan de imprevisto en los cambios de estación. La historia es poco conocida, a mí me la contó hace unos años un anciano que rastrillaba una huerta en la aldea de Meirengos. Él era de terra adentro, de un pobo de León, me dijo incorporándose para hacer un descanso en su labor. Señalando hacia esos acantilados que comparten Asturias y Lugo, explicó cómo su padre y otros marineros de la zona salieron en sus barcos en mitad de la noche para rescatar a aquella balsa a la deriva. Alguien, al anochecer, había visto en el horizonte aquel bulto a merced de las olas. Él era muy pequeño, pero todavía recordaba la entrada de aquellos restos flotantes que entraron remolcados en el puerto de Rinlo rodeados de lluvia y oscuridad. Era a posguerra, pasaban moitas cousas e ninguén se enteraba de nada, recordaba el hombre. Al capitán Tremor lo sentaron en una cocina con una manta por encima y un montón de personas lo rodearon. Del barco solo quedaron aquellas enormes piezas de madera, mal unidas, a las que el capitán se había aferrado y que le sirvieron para salvarse. Y el resto del barco y la tripulación desaparecieron del todo, como por encanto. ¿Que quiénes eran aquellos que lo acompañaban? El hombre solo pudo contarme que se dirigían hacia Francia y que el capitán era un hombre muy silencioso, que conocía los secretos de la navegación más moderna, pero que aquella noche se había perdido cuando dejó de ver la luna en el horizonte. Parecía un marino de academia, pero apenas nadie fue capaz de sacar mucha más información de sus labios. No tardó el capitán en caer rendido mientras lo acomodaban en el mismo banco en que estaba sentado. Lo taparon con la manta y todos salieron. Poco más pudo contarme mi informante, salvo que al día siguiente llegaron unos hombres de gabardina desde Mondoñedo y que se lo llevaron en uno de los pocos coches que por aquel entonces recorrían aquellos recónditos caminos donde se encontraban de forma violenta la tierra y el mar.
Hoy, en esas mismas costas, he vuelto a recordar aquella historia y me he preguntado por el capitán Tremor. Un tipo de León que apareció y desapareció de forma tan misteriosa. Una historia más de aquellos tiempos tan oscuros y silenciosos y de las que aún hoy, tantos años después, no conocemos más que un eco del recuerdo en la distancia