El sueño en España es una pesadilla
Casi la mitad de la población sufre insomnio, crónico en el 14% de los adultos, y el 11% consume benzodiazepina a diario
Ya lo cantaba Siniestro Total: «Solo estar durmiendo es mejor que estar dormido». Y sin embargo, mucho han cambiado, a peor, los hábitos de sueño de los españoles desde aquel éxito de 1990. En estas tres décadas, se han perdido minutos de descanso y el tono divertido de la canción de la banda de Vigo se ha convertido ahora en una seria preocupación de salud pública. «Desde principios del siglo XXI dedicamos menos horas a descansar, y menos todavía desde la pandemia. El sueño, junto con la nutrición y el deporte, son las bases de una vida sana», explica Carlos Egea, presidente de la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño.
La falta de sueño está asociada a alteraciones cardiovasculares, endocrinas, metabólicas, inmunes, neurodegenerativas y mentales. Infartos, ictus, diabetes, obesidad, alzhéimer, ansiedad y depresión pueden ser las consecuencias de no cerrar los ojos lo suficiente.
Los españoles duermen en los días de entre semana 7,3 horas, un poco por encima de las siete horas mínimas recomendadas, y los fines de semana recuperan sueño y llegan hasta las ocho horas de media. Pero estos datos son eso, una media. Porque el 60% no descansa lo suficiente de lunes a viernes, cuatro de cada diez (el 43,4%) sufren insomnio y el 14%, más de seis millones de personas, padece un insomnio crónico y grave.
El estilo de vida actual, siempre en la búsqueda de la «hipereficiencia», está en el origen de muchos trastornos. Odile Romero, coordinadora de la Unidad Multidisciplinar del Sueño del Hospital Vall d’Hebron, enumera tres motivos que han cambiado los hábitos, antes más saludables, de la población. «En primer lugar, tenemos unas condiciones de trabajo cada vez más exigentes y todos queremos dar lo máximo de nosotros. Después, está la vida social, con muchos compromisos. Y finalmente, las redes sociales, a las que dedicamos mucho tiempo», cuenta Romero.
La paradoja es que todo aquello que quita el sueño empeora por la falta de sueño. «Descansar mal tiene repercusiones en las relaciones interpersonales porque genera inestabilidad y malestar», destaca Carlos Roncero, presidente de la Sociedad Española de Patología Dual. Pero es que tampoco ayuda a conseguir un ascenso en el trabajo ni la estima de los compañeros. «Aquellos empleados que se llevan el trabajo a casa y no duermen lo suficiente son luego un foco de conflictos. El trabajador descansado es más eficiente y más feliz, y también su empresa, porque quienes sufren problemas de insomnio son más proclives a cogerse bajas por salud mental. El mensaje para los empresarios puede ser este: un trabajador que no duerme bien es menos rentable», corrobora Carmen Bellido, de la Asociación Española de Especialistas en Medicina del Trabajo.
La Alianza por el Sueño, una organización que encuadra a médicos, farmacéuticos psicólogos, expertos en salud laboral y pacientes, tuvo un encuentro en el Congreso con la ministra de Sanidad, Mónica García. Los expertos reclamaron una mayor atención a los problemas del sueño en la agenda política y social, con campañas públicas y un cambio de mentalidad de los ciudadanos, también a los sanitarios. «Creemos, por ejemplo, que es muy importante que en las historias clínicas de los pacientes se pregunte por el sueño», resalta Odile Romero.
Solo un tercio de los insomnes acude a su médico, y ahí no siempre se han dado las mejores soluciones. La tentación ha sido tratar de solucionar los problemas de descanso con una pastilla y España está a la cabeza del mundo en consumo de fármacos hipnóticos con alto componente adictivo. Con receta o sin receta, conseguidas de manera legal o en el mercado negro, el 11% de la población consume cada día por lo menos una dosis de benzodiazepina, el fármaco más popular contra el insomnio, y el 25% las ha ingerido en alguna ocasión. «Tomamos cien veces más benzodiazepinas que las que toman en Alemania», expone Carlos Roncero. No solo los adultos sufren trastornos de sueño. La vieja expresión ‘dormir como un bebé’ se ha quedado obsoleta. El 30% de los niños de entre seis meses y cinco años y el 38,5% de los adolescentes sufre insomnio, El 19,6% de los estudiantes declara haber consumido hipnosedantes en algún momento.