Diario de León

Pastoras con título universitario en la montaña de León

Un rebaño ilustrado. De la gran ciudad a las montañas de León, de profesiones universitarias al pastoreo. La experiencia de Susana de Benito y María González Lalueza en León rompe los moldes de un oficio de difícil cobertura en el siglo XXI.

María González Lalueza y Susana de Benito con Boira y las ovejas en el puerto de Salamón, Las Pintas. DL

León

Creado:

Actualizado:

El programa de la Fundación Monte Mediterráneo para fomentar la trashumancia ha traído este verano 6.000 ovejas de Extremadura y Andalucía a los puertos leoneses y palentinos de montaña. El puerto de Salamón es uno de los contratados en la provincia de León.

Dos mujeres pastorean el rebaño de la fundación en el puerto Las Pintas en este pueblo ubicado en el municipio de Crémenes. Dos jóvenes de 34 años que, tras un recorrido profesional con su formación universitaria, exploran en el pastoreo otra forma de ganarse la vida y de vivir. No son las primeras que guardan el rebaño en un puerto, pero representan un nuevo perfil —y un nuevo sentir— en el mundo del pastoreo, tan escaso de mano de obra.

Susana de Benito es educadora social de Madrid. «Cuando terminé la carrera entré en una cooperativa ganadera para ayudar en las parideras y estuve cinco años. He colaborado tres años en la Escuela de Pastores de Madrid y con otros rebaños y este verano es la primera vez que pastoreo en un puerto de montaña», comenta.

María González Lalueza también es nacida en Madrid, aunque su familia procede de Huesca y tuvo contacto con la ganadería a través de sus abuelos. Estudió arquitectura técnica y trabajó en la obra durante algún tiempo. No le gustó. «Fui a la quesería de la Escuela de Pastores de Madrid y es la primera vez que estoy con un rebaño en la montaña. Tengo una perrilla joven y quería entrenarla porque las pocas ovejas que tenemos en Huesca ya eran poco para ella», apunta.

Pastorear el rebaño en la montaña «es bastante diferente» a lo que conocía Susana. «Aquí he descubierto un territorio nuevo, el viento, la niebla; la fauna, la flora y las personas que lo habitan», explica la educadora social.

La montaña, y en el chozo donde se alojan, es más confortable de lo esperado. «Tenemos todas las comodidades. Luz, agua corriente, placas solares, nevera y hasta chimenea...», dice Susana. Una pequeña construcción de apenas 20 metros cuadrados. Pequeño, sí; humilde, también. Pero todo es relativo a los ojos de Susana: «En Madrid te alquilan un piso del mismo tamaño por 500 euros», subraya.

Esta joven aún no sabe si el oficio de pastora o ganadera será definitivo en su vida. «Jugamos con privilegios. Hemos estudiado y nos podemos dedicar a esto en verano y en invierno puedo dedicarme a la educación social».

Aunque sea temporal, la gente se extraña de su elección. «Habéis estudiado. ¿Cómo os habéis metido en esto siendo de Madrid», les dicen. «La idea del pastor que se quedó en el campo porque no sabe nada», señala Susana no es más que un reflejo «de la ignorancia que hay en la ciudad hacia el campo».

La joven recuerda lo que hacían los maestros en la IIª República, llevando la cultura a los pueblos. Ella piensa que «hay que aprender no sólo por los estudios» y que los pueblos tienen mucho que enseñar a quien quiera aprender. Aprovechar la sabiduría de los territorios es una asignatura pendiente de la sociedad urbanita que mira con condescencia al campo: «Se está perdiendo una cultura impresionante en los territorios: cómo mirar la Luna, qué plantar en qué lugares y cuándo es el momento...».

Otro aprendizaje de su vida como pastora ha sido «aprender a convivir con María y relajarme en muchos aspectos». En el zurrón acumula satisfacción por la experiencia y agradece la acogida de la gente. «Venía de trabajar en un lugar con unas relaciones laborales terribles», subraya.

Pastorear ovejas en un puerto como Las Pintas «es más sencillo de lo que pensaba» y al lobo no le ha visto las orejas. «Hasta ahora —estarán en el puerto hasta mediados de octubre— hemos estado bastante tranquilas. Al lobo no le hemos visto. Probablemente, él a nosotras sí. A lo mejor tiene que ver que tenemos ocho mastines y nos pasamos el día con las ovejas, no las dejamos solas», puntualiza.

María González Lalueza vive en un pueblo de Huesca y allí comparte con su pareja un pequeño hatajo de ovejas. La estancia en la montaña leonesa con Susana y su perra Boira (Niebla en aragonés) se lo ha tomado como «un campamento de verano». «Boira está encantada. Cuando vuelva a Huesca con las diez ovejas que tenemos va a extrañar esto».

María vive con su pareja, un joven italiano, en este pueblo. Tienen en proyecto montar una explotación, pero «es bastante difícil por la burocracia, por el acceso a la tierra y las instalaciones. Supone una inversión importante y no queremos meternos en préstamos y salir escarmentados».

Con las pocas ovejas que tienen y la leche que les dan experimentan con yogur y helado. A María González le gusta su profesión de arquitecta técnica, sobre todo el interiorismo, así que aprovecha para no perder práctica diseñando la reforma de la casa familiar en la que viven. «Lo que no me gusta es la obra», matiza.

«Las ovejas siempre me habían llamado la atención por mis abuelos, aunque a mi madre no le gustan», El covid fue el punto de inflexión. «Cerramos las obras, me vi con tiempo y aproveché para hacer la Escuela de Pastores. Luego he trabajado en queserías en Mallorca e Italia. La experiencia en el puerto es «de las mejores que he vivido», confiesa.

El trabajo con la perrilla, el manejo y la convivencia con las ovejas, hacer labores tan necesarias como las curas y la gente del pueblo figuran en el haber de un verano diferente a todos los que ha vivido. «Piensas que vas a pasar mucho tiempo aislada y si nos descuidamos no tenemos un momento de soledad. Además, tenemos buena cobertura», añaden.

Las dos jóvenes atestiguan que el pastoreo en un puerto «es una experiencia apta para todos los públicos. No tiene nada de especial. Lo importante es que te guste», comentan. Las Pintas, además, «es un puerto muy tranquilo. Y se está convirtiendo en una escuela de pastores y pastoras. Carolina, la joven que estuvo el año pasado con el rebaño, junto a un joven marroquí, este año está en Luna contratada por una ganadería leonesa.

A Susana y María solo les falta hacer caldereta. Las migas las disfrutan este lunes en Salamón, a donde bajarán con el rebaño, invitadas por el pedáneo, para disfrutar de la fiesta del pueblo.

tracking