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Los centros urbanos y cascos viejos de toda ciudad se parecen. Se imitan desde que Patrimonio, las ayudas y el negocio repintan fachadas y hacen bares lo que eran mercerías o ultramarinos. Peatonalizar era el plan. Y con ello retacar todo de turistas con bolsas arrastrando alpargatas. Y al fin ¡fuera coches! (salvo ambulancias, taxis, polis, repartidores... ¿peatonal?). Toda la calle será acera, ¡ooole!, y la gente irá por el medio como Fraga por su calle. Pero no del todo peatonal, debieron decirnos. Ocultan que ahí quieren meter de todo y más sin que nadie se prive. A ello se pusieron: metamos bancos de madera contrachapé con jardineronas de sombra al lado, bolardos aquí y allá, una fuente de chorrito epiléptico para beber a morro y, cerca, escultura de prócer local a tamaño en bronce realista para que todos quieran hacerse un selfie pasándole la mano por el hombro, caballetes comerciales a la puerta de establecimientos, diez macetones con magnolios dando gritos de auxilio que nadie oye ni quiere oír, banderas, farolas de pie vienés, veladores, sombrillas y calefactores en terrazas mil, un ruso tocando el acordeón con puesto vitalicio y plaza en propiedad, dos esculturas volanderas más, banderolas publicitarias para eventos y monumentos, tres mendigos con su cartón de desgracias menos ese belga que te mira malamente, dos haciéndose estatua dontancredo como perros de escayola, dieciséis solemnes chirimbolos de granito rosado explicando la riqueza de reyes y gestas que han dado estas viñas, señales, indicadores de hoteles e iglesias en mástiles o perchas, mercancía en la calle con souvenirs, ropas, purrela de bazar... y metamos allá al fondo otra terraza, que va y cabe, ya verás... Y qué curioso, hoy se tarda en recorrer esa calle el doble que cuando tenía dos aceras; exige slalom y curvear entre tanta zancadilla y mojón petao. Pero Maricrú va feliz: género a la vista en la calle y, entre tienda y tienda, terracita, ideal para el placer viperino de fisguar a modo, fisguando , dando repasitos. Lo peatonal se ha hecho ya una selva. Y ahí su ley. Está más que visto. Y lo paga el peatón.