Pizarrita y borra
Me lo ruega un amigo con el culo pelado de ir a guerras tras ver cómo se las gastan los judíos: «mándame los mensajes a lápiz, no me jodas; el lápiz no puede rastrearse y su mina jamás podrá ser activada por muy Mossad o chulitos que se pongan; a lápiz, en papelito, y ya está; y una vez recibido, haré como los espías de siempre, me lo como... y que esperen en mi ojete a ver qué sale por ahí». O tírate un pedo y pídeles papel por estar entrándote un fax, le sugerí. Y le pregunto, estando así las cosas, si habrá que volver a la paloma mensajera. Insensato, me dice, la verdad y la paloma son siempre las primeras bajas de toda guerra; y en esa de Gaza con mucha más razón, demasiada cazuela vacía ahí. ¿Y entonces?... ¿habrá que rehabilitar al recadero, al mensajero, al correo del zar, al que va con la embajada, al corre-ve-y-dile, al enlace y al sobre lacrado?... Y respondió ¿te fiarías tú de esa gente?... Otras soluciones, además del lapicero, son bien antiguas: el mensaje cifrado -pero es muy probable que logren descifrarlo- o mentir bellacamente buscando que intercepten el mensaje para confundir al ladrón o al enemigo, sabrás que las fake news son más antiguas que comer con los dedos.
En fin, ya no es sólo que puedan espiar tu teléfono, ahora te lo convierten en una bomba que te vuela las pelotas o te hace una liposucción en las lorzas al llevarlo en la cintura. Ándate con cuidado, pueden hackearte hasta la plancha o el secador, pues ese coche pijo que compraste ya te lo tienen jaqueado y pueden mandarte a la cuneta cuando quieran, si es que no por un acantilado. Ni del microondas podrás fiarte. Consejo final: no hables, te escuchan cuándo y dónde quieran... no escribas, te lo ven o lo interceptan... no uses buscas, te revientan el día... no más artilugios electrónicos o digitales, son cosa del diablo amarillo o cojuelo... ni siquiera ese lápiz en papel es seguro... ya sólo te quedará la vieja pizarra del sordomundo y borrarla acto seguido; eso sí, tápala o cúbrete cuando escribas en ella porque el ojo de algún satélite te la está leyendo, ni lo dudes.