La última de la saga de Los Clarines cumple cien años
Le negaron, pero no le robaron la música. Es la pequeña de ocho hermanos muy conocidos en Valencia de Don Juan. Comenzó a trabajar con 14 años y no pudo formar parte del grupo musical más famoso en los años 50 y 60
Teresa Pérez cumple el jueves 10 de octubre cien años. Es la última de una saga de músicos de ocho hermanos muy conocidos en Valencia de Don Juan. Los Hermanos Clarines llenaron toda la provincia de música tradicional leonesa durante los años 50 y 60. A Teresa le hubiera gustado formar parte del grupo en el que destacaron sus hermanos, pero las mujeres de hace cien años tenían otros destinos. A los 14 años la pusieron a servir en León.
«Fuimos todos músicos», recuerda, y se incluye en las bondades de una profesión que le negaron pero que se empeñó en aprender por su cuenta. A pesar de que no pudo formar parte del grupo musical, tocaba el tamboril por su cuenta. Teresa es la más pequeña de ocho hermanos y con la ayuda de su hija Lisi rememora a Domitilo, Laudelino, Vicenta, Zacarías, Nicolás, Celia y Sagrario. Ella es la única que vive y recuerda toda su juventud como una etapa de su vida «muy bonita, muy feliz» con la música como asignatura pendiente.
«Mi vida era la música. Mis hermanos sí estudiaron música, pero yo no pude porque tenía que trabajar». Como tampoco pudo ir a París, otro deseo que le queda pendiente. O tatuarse una rosa. «Ya tuve mi rosa cuando nació mi primera nieta», dice mientras mira a su alrededor y ve a casi toda su familia reunida para celebrar que cumple un siglo de vida. Lisi, Honorio y Alfredo la acompañan en esta celebración que disfruta junto a algunos de sus cinco nietos y una biznieta. «Es lo único que quiero, verlos juntos, son mi vida y ya no necesito nada más. Este momento es perfecto, no necesito vivir más porque no quiero perder a nadie».
Cien años de vida dan para mucho. «Nunca conté los años. Mi juventud fue muy bonita. Lo mejor de mi vida son mis hijos».
A Teresa le gustaba cantar y bailar. Todo terminó cuando falleció su marido hace siete años. «Yo he muerto con él». Y eso que a Honorio González le costó conquistar a esta coyantina que nunca se amilanó. Soportó la muerte de uno de sus hijos con quince meses de vida y cuando a Honorio le detectaron Alzhéimer no se separó de él hasta el día de su muerte. Y eso que la primera vez que lo vio no le gustó nada. «A mí me gustaba otro chico, pero mi familia no quería que saliera con él». Honorio estaba haciendo el servicio mililtar en Melilla. «Venía vestido de moro y no quería salir con él», recuerda. Pero pronto se dio cuenta de «lo bueno, guapo y bien vestido que siempre estaba».
El Alzhéimer robó a Honorio los recuerdos, pero Teresa siempre estuvo a su lado. Fue uno de los primeros usuarios del centro de referencia que inauguró la reina Sofía en 2010. Allí estaba ese día Teresa con su marido, como todos los días. «La reina se acercó y me preguntó que si nos queríamos mucho», recuerda con un brillo inesperado en los ojos. «Yo he muerto con él», dice, y, de pronto, baja la mirada. «¿Para qué quiero cumplir más años? Yo ya he cumplido y quiero irme con mi marido. No quiero que me falte ninguno más. No quiero cumplir muchos años más. Ahora pienso en la felicidad que tenía y en lo que me tocó vivir después».
Los Hermanos Clarines —Domitilo, Zacarías y Nicolás— amenizaban las fiestas de los pueblos. El Ayuntamiento de Valencia de Don Juan les rindió homenaje en 2012. Marcelino Cuevas escribió en este periódico sobre ese acontecimiento: «Entonces la música no daba para vivir, y durante la semana cada uno tenía su trabajo. Tiempos difíciles para la bohemia. Eran personas sencillas que se conocían al dedillo el repertorio completo de la música tradicional leonesa, pasacalles, jotas, titos… Eran músicos competentes, profesionales cualificados que nunca pretendieron convertirse en figuras, ni en ídolos de multitudes...» Pero lo fueron. «Mi vida era la música», dice Teresa. Así cumple un siglo de vida la última de una saga que llevó la fiesta a todos los rincones de la provincia.