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MIGUEL ÁNGEL VALERO. INGENIERO DE TELECOMUNICACIONES

«La tecnología debe servir para mejorar la vida, si no serán cacharritos»

Miguel Ángel Valero, en el Fórum Orientatech de Cruz Roja CyL en Leónramiro

León

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Miguel Ángel Valero es ingeniero de telecomunicaciones, máster en ingeniería médica y profesor titular en la Universidad Politécnica de Madrid, delegado de tecnología accesible en la Escuela de Telecomunicaciones. Detrás de este profesor inquieto por el uso social de la tecnología está el personaje inolvidable de Piraña en la serie Verano Azul que marcó a las generaciones de la Transición. Este martes participó en León en el Fórum Orientatech.

—¿Va a desaparecer el botón con toda la tecnología de la IA?

—Por ahora, no. El botón rojo ha dado un servicio maravilloso. Ahora vamos a tener un botón rojo digital, que tiene otras posibilidades: más accesible, más bidireccional, más robusto. El botón rojo, como alerta, alarma o para comunicarse, va a completarse con poner más sensores en el hogar digital, con posibilidades de actualización del software. Va a ser una teleasistencia más fiable y con más posibilidades de seguimiento y de acompañamiento a la persona en su casa. El botón de teleasistencia accesible es muy importante. Si la persona tiene una dificultad cognitiva o auditiva, la tecnología digital va a permitir que más personas se puedan beneficiar. Como complemento están los sistemas de control de errantes, de hábitos de conducta no apropiados, prevención y detección precoz de la soledad no deseada. El botón rojo va a ser como una metáfora de teleasistencia integral, digital, avanzada, de mayor y mejor cuidado de las personas en su casa, de más autonomía.

—¿Se corre el riesgo de que la tecnología olvide a las personas?

—La tecnología es aprovechamiento práctico del conocimiento científico. Si ese aprovechamiento no es para mejorar la vida, para mí no es tecnología, son cacharritos. Creo en una tecnología apropiada diseñada con la persona y para la persona, que mejore nuestra vida en la salud, en la vida independiente, en la movilidad. Lo que llamo tecnología centrada en la persona. Que nos podamos apropiar de la tecnología para algo que sea beneficioso. Si no es así, hay que revisarlas.

—¿De qué tecnología es fan?

—Yo soy muy fan del lápiz y del papel (risas). Soy fan de las tecnologías de la comunicación, las que permiten que nos comuniquemos, no de las pantallitas, que son excluyentes y alienantes. Y seré fan de la inteligencia artificial que contribuya a la inteligencia natural. Una que me gusta mucho es la transcripción automática, que hace accesible una videollamada para gente con discapacidad auditiva, con limitación cognitiva o en un entorno muy ruidoso. A mí me gusta mucho el cine, la televisión… Creo que en el reto energético tenemos que ser muy cuidadosos, y son fan de tecnologías que son sostenibles.

—¿Por la enorme materialidad que implica la IA?

—Hay un consumo energético brutal. Tenemos que ser conscientes de que, o la inteligencia artificial es sostenible en lo social, en lo energético, en lo ecológico y en lo económico o estamos creando un problema. La IA apropiada, en salud, educación, en lo social, tiene un montón de oportunidades que estamos desarrollando y trabajando poco a poco a veces a gran velocidad. Pero si no es una inteligencia artificial humana, podemos estar equivocándonos.

—En Verano Azul había una relación intergeneracional potente entre los niños y Chanquete. ¿Está propiciando esto la tecnología o hay cada vez más brecha?

—Jóvenes y adultos son parte de la sociedad global. Hay jóvenes que están aprovechando la IA para aprender más y mejor y hay personas que están cayendo en las redes de la tecnodependencia inducida por las multinacionales. Todos tenemos la misión de luchar por una tecnología humana. Ahora mismo me preocupan mucho más los adolescentes y los niños, que están sufriendo una tecnoinvasión que tenemos que moderar. Tenemos que educarnos y educar en relación con el uso apropiado de la tecnología. Yo no quiero un ‘homo pantallensis’. Verano Azul era una pandilla maravillosa, una relación transgeneracional maravillosa y una no tecnodependencia como la que vivimos ahora.