Encarna, la primera centenaria de Villavante
«Estoy satisfecha de todo lo que he vivido», dice al hacer balance de sus días
Encarna Calderón González es la primera centenaria que se recuerda en Villavante. Nacida en este pueblo del Páramo leonés el 7 de octubre de 1924, la mujer celebró los cien años en compañía de la familia en Cataluña.
Encarna se crió en el pueblo en una familia de siete hermanos. Era muy espabilada en la escuela y en casa. Siempre cuenta que de muy pequeña fue a Hospital de Órbigo a aprender a coser y hacía la ropa interior a sus hermanos. «Es muy lista y mejor persona», dice su hija Virginia.
De los siete, ahora solo viven Andrés, que cumplió 93, y ella con sus flamantes tres cifras recién estrenadas. Santiago, Pepe, Tomás, Josefa y Ángel fallecieron. Uno de ellos rozó el centenario. Vivió sus 99 años en Villavante.
Encarna trabajaba con sus hermanos y llevaba su casa y la de sus padres, Manuel y Alejandro. Con el tiempo se casó con un mozo del pueblo, Manuel Juan Celadilla, que era ferroviario, y tuvieron dos hias, Mari Carmen y Virginia. Vivieron la vida en Villavante y Veguellina de Órbigo, en las casas de Renfe, por el trabajo de Manuel. Desde hace 13 años, cuando se quedó viuda, reside en Caldes de Monbui con sus hijas, aunque cada verano vuelven al pueblo a pasar una temporada.
El día de su cumpleaños estaba pletórica y también durante la celebración que le tributaron una semana después sus hijas, nietos, biznietas y yerno, además de sobrinos y un amigo muy especial, Miguel. Su nieta Martina es la más pequeña de la saga.
Al hacer balance de su vida en el centenario, Encarna confiesa que se siente satisfecha de «todo lo vivido», especialmente de haberse casado con su marido y haber construido una familia «que me quiere tanto y me cuida». Encarna está presente en todos los acontecimientos importantes de su clan familiar.
Son 36.500 días los que se concentran en su sonrisa y en unos recuerdos en los que brilla la alegría. De las anécdotas de su vida, recuerda una vez que se subió en la moto Mobilette con su marido Manuel para ir a Veguellina. Cuando salían de Villavante ella, que iba a la ‘sentadeta’ porque vestía falda, se llevó un buen susto cuando al ir a espantar a una vaca que se acercaba al camino, estirando el brazo, el bolso que llevaba quedó prendido a uno de los cuernos del animal. «¡Para, Manuel! Que la vaca se lleva el bolso», recuerda. «Fue muy divertido quitarle el bolso a una vaca», apunta recordando a su esposo en la faena.
«Mi padre era el mejor del mundo y adoraba a mi padre», apunta Virginia, mientras recuerda otra anécdota del día 1 de enero, fecha en la que celebraban su santo. «Venía medio pueblo a felicitarlo y el día antes fuimos a la tienda de Tina y compramos galletas con guindas rojas y verdes y más cosas. Como eran muchos paquetes, mi madre guardó uno en nuestra habitación», relata.
Por la noche, las chicas se pegaron un banquete comiendo las guindas. «Cuando mi madre fue a preparar la mesa con el mantel se quedó de piedra al ver que las galletas no tenían guindas, pero en lugar de enfadarse con nosotras, me dijo: Vete corriendo a casa de Tina a buscar galletas», recuerda Virginia. Eran años en que no en todas las casas se podían permitir el gasto de estas golosinas, pero «en nuestra casa nunca faltó de nada» y Encarna no puso ni una sombra a la celebración del santo de su marido.
En el pueblo, aunque Encarna está lejos, también se acordaron de que, allá en Cataluña, una vecina de Villavante celebraba su centenario.