Lluís Montoliu: «Las nuevas terapias para enfermedades raras no sirven si no son asequibles»
Entrevista al vicedirector del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC) y miembro del Comité de Dirección del Centro de Investigación Biomédica en Red sobre Enfermedades Raras (Ciberer), que clausuró el II Simposio sobre el síndroma Schaaf-Yang y Enfermedades Raras en León
El genetista experto en enfermedades raras, Lluís Montoliu (Barcelona 1963), clausuró el II Simposio Internacional sobre el Síndrome de Schaaf-Yang y Enfermedades Raras, un encuentro en el que se han dado cita en León familias y los científicos que trabajan en los laboratorios más relevantes de España y del mundo.
El científico Lluís Montoliu asegura, en una entrevista concedida a este periódico, que las nuevas terapias genéticas que descubren los investigadores no significan un avance real si no llegan a la población que la necesita por su alto coste e insta a no vulnerar el principio de justicia para que la medicación llegue a toda la población que la necesita, tanto si la puede pagar como si no.
—¿Cuál es el avance más importante en terapias genéticas para abordar las enfermedades raras?
—El avance más relevante en terapias genéticas de enfermedades raras ha sido la aprobación por vez primera de una terapia CRISPR de edición genética para el tratamiento de la anemia falciforme-beta-talasemia, una enfermedad poco frecuente que afecta a los glóbulos rojos, que abre la puerta a otros muchos tratamientos que vendrán para poder desarrollar otras terapias y tratar otras muchas enfermedades raras.
—Completar el genoma humano fue un avance científico importante que quizás no tiene todavía todo su potencial de desarrollo para el conocimiento de las enfermedades ¿Qué queda por descubrir?
—El genoma humano lo descubrimos por vez primera en el año 2002 y se corrigió en el 2003 y ha ido mejorándose, pero durante más de veinte años hemos estado utilizando un genoma humano que era la mezcla de cinco o seis individuos, no era el genoma de ninguna persona. Ahora hemos constatado que hay una variabilidad genética subyacente dentro de cada uno de nosotros. Nos parecemos al 99,9%, pero nos diferenciamos un 0,1%, lo que significa que hay entre tres y seis millones de letras del genoma que son distintas en dos personas. Esto hace que cada vez sea más complejo el diagnóstico genético porque hay que tener en cuenta esta variabilidad a la hora de comparar la secuencia que creemos que es la correcta con la secuencia que creemos que es la anómala, la que es patológica. En particular para saber cuales son los genomas de referencia según las diferentes poblaciones en las cuales estemos investigando la presencia de una patología.
—¿Cree que llegará el día en que se podrán hacer análisis genéticos masivos a toda la población para detectar alteraciones graves?
— Deberían ser posibles a todas las personas que tienen riesgo de padecer o de transmitir una enfermedad genética. Esto debería estar garantizado y todavía no hemos llegado a conseguirlo, con lo cual creo que este sería el primer reto. Diagnosticar al resto de personas sanas tiene una serie de componentes éticos que habría que estudiar porque podemos detectar alteraciones que no eran evidentes y que quizás esa persona preferiría no saber. Hay que respetar el derecho a saber pero también el derecho a no saber. Yo me concentraría en que el diagnóstico genético fuera universal y disponible para todo aquel que lo necesita, tanto por ser una persona afectada por la enfermedad o por ser un familiar de la misma.
—La detección de enfermedades raras no significa curación ni tratamiento. ¿Qué cabe esperar en un futuro?
— Es muy importante el diagnóstico. Antes de desarrollar ningún tipo de cura o terapia, antes de poder poner a punto un tratamiento para determinada enfermedad rara, dado que más del 80% son de origen genético, congénitas, tenemos que saber cuál es el gen que ha dejado de funcionar correctamente. Por eso es tan importante el diagnóstico. Los dos pilares del Consorcio Internacional de Enfermedades Raras y del Ciber de enfermedades raras en España, tienen que ver, por este orden, con el diagnóstico genético y el desarrollo de terapias. Primero saber qué genes son los afectados y, en segundo lugar, desarrollar terapias que puedan solucionar o aliviar los problemas asociados a esa mutación en el gen.
—¿Utiliza ya técnicas de Inteligencia Artificial? ¿En qué casos se podrá desarrollar esta tecnología?
—La AI ya está presente en los laboratorios. Hay algoritmos que intentan aprovechar diferentes fuentes de datos e historias clínicas de diferentes orígenes y parámetros para acabar de diagnosticar más fácilmente. Desde la Fundación 29 se ha desarrollado un algoritmo que utiliza la Inteligencia Artificial. Yo ya la he utilizado para convertir el libro que he escrito sobre este tema ¿ Por qué mi hijo tiene una enfermedad rara?, que hemos convertido gracias a la Fundación 29 y su director Lluis Isla en una inteligencia artificial tipo ChatGPT, al que le puedes preguntar cosas y te da respuestas que tienen cabida en lo que está escrito en el libro, no en el universo total.
—Ya hay enfermedades que se pueden prevenir in vitro. ¿Se puede hacer con todas?
—Se ha investigado y se sigue investigando mucho. Hay muchas enfermedades que ya son tratables y, en principio, tenemos que pensar que es algo que va en aumento. Cada vez serán más las enfermedades que podremos tratar. Creo que el acento hay que ponerlo no sólo en el desarrollo de las terapias sino que estas terapias sean accesibles y asequibles. De nada sirve desarrollar una terapia para una enfermedad rara si luego tiene un coste de varios millones de dólares por paciente y es un coste que no es asumible por el Sistema Nacional de Salud. Estamos haciendo una vulneración del cuarto principio de la bioética, que es el principio de justicia, que nos dice que toda la terapia que desarrollemos tiene que servir para todas las personas que la necesiten, no sólo para quien se la pueda sufragar.
—¿Qué proyectos de investigación tiene actualmente?
—Llevamos más de treinta años trabajando en una condición genética de baja frecuencia, que es el albinismo, que afecta a una de cada 20.000 personas nacidas. Lo relevante no es la falta de pigmentación, sino la deficiencia visual grave que hace que estas personas sean consideradas aquí y en la UE como ciegos legales. Tienen una agudeza visual por debajo del 5% ó 10% y presentan anomalías visuales que hacen que su visión sea muy pobre y limitada. Esto es lo que hemos ido investigando. Inicialmente conocíamos muy pocos genes y hoy en día sabemos ya 22 tipos de albinismo asociados inicialmente a 21 genes. Hay uno que se nos resiste todavía para identificar. Lo que hemos hecho es utilizar ratones editados genéticamente con herramienta CRISPR. Hemos generado ratones que son portadores de mutaciones detectadas en nuestros pacientes. Son ratones avatar de una determinada persona que nos permite hacer experimentos que en esa persona, obviamente, no podemos hacer.