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Los nada buenos humos del incienso

Un estudio alerta de los problemas de salud derivados de su quema, especialmente en personas con alergias y asmáticos, pero también en ancianos y niños

Quemar incienso puede entrañar dolores de cabeza, disfunción respiratoria o sensibilidad dermatológica. EFE

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EP

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En espiral, conos, polvos o varillas el incienso en muchas culturas es común quemarlo en prácticas religiosas y culturales, incluidas meditaciones, celebraciones y cultos espirituales y ancestrales. No solo relaja también elimina los malos olores de una habitación de una manera más natural que cualquier ambientador.

Sin embargo, médicos del PCOM Georgia en Suwanee, Estados Unidos, han alertado de que los problemas de salud derivados de la quema de incienso son numerosos, y sobre todo pueden ser significativos para ancianos y niños, así como para personas con alergias o asma. Durante la Reunión Científica Anual del Colegio Estadounidense de Alergia, Asma e Inmunología (ACAAI), que este año se celebra en Boston, han presentado un nuevo caso médicamente desafiante.

«Nuestra paciente era una mujer de 87 años con antecedentes de asma y EPOC, que recibía oxigenoterapia y presentaba una falta de aire inexplicable», afirma Gomeo Lam, autor principal del artículo. «Una historia clínica detallada reveló que quemaba incienso a diario. Le recomendamos que dejara de quemar incienso, pero la paciente no quería hacerlo porque quemar incienso en varillas de incienso a diario le permitía expresar homenaje y veneración por sus antepasados», explica.

Los médicos advierten de que quemar incienso entraña riesgos para la salud de toda la población, siendo los más conocidos los dolores de cabeza, disfunción respiratoria, sensibilidad dermatológica y reacciones alérgicas.

Los vapores del incienso contienen carbono, azufre, óxidos de nitrógeno, formaldehído y otros compuestos volátiles aromáticos policíclicos que son cancerígenos. Tras un análisis, se ha observado que por cada gramo quemado, las partículas de materia generadas son de 45 mg, frente a los 10 mg de los cigarrillos.

«Quizás las personas que queman incienso no se den cuenta de que los miembros de la familia, incluidos los niños, que están expuestos al humo de segunda mano se enfrentan a consecuencias para la salud», afirma la alergista Mary Lee-Wong, autora principal del estudio.