Almadreñas
D e poco val un paisano sin madreñas y embarrao... y que lo cante Cafrune, le pega a su « de poco vale un paisano sin caballo y en Montiel ». El caso es que en casa, mezclaos allí hablares de Ordás, Luna y Torío, se llamaron siempre almadreñas, nada de madreñas; y madreñes en jamás de los jamases (y hay quien lo impondría hoy como madreñes hasta en Valderas; anda y no jodas, dijo Eladio). Pues en casa, almadreñas, con «al» por delante, su artículo moro, ¿artículo árabe en estos nortes?, sí y no, no moro del todo. Ese fue el acento y el hablar de los primeros repobladores medievales del siglo X, cristianos cordobeses, andalusíes o toledanos, gente zurrada huida de aquel Califato que se llenó en el siglo VIII de fundamentalistas muy moros robándoles sitio y hostigándoles. Hablamos de los mozárabes (y nosotros, sus nietos). Y pacá cagando tariles que se vinieron en mareas. Y con ellos, sus poblados aquí y allá, monasterios con granjas y montes, y esas iglesias que ya sabes y que son más moras por fuera que la mezquita de Córdoba. Y con ellos, sus gustos y ritos, su fe antigua y oriental, convencidos de ser el cristianismo heroico y verdadero al no doblegarse a la puta moraima y venir a media Castilla y aún más a León e inspirar una Reconquista pertinaz, la de las grandes fazañas, la que saca rebrillo hoy la ultraderecha florifiera. Aquí los mozárabes lo fueron todo, dominaron, eran el rito y la Iglesia oficial, así dos siglos guapos hasta que invitados por reyes leoneses llegaron monjes franceses dando pol culo y quedándose con sus santos y limosnas. Eso cabrea mucho. Eso convirtió a la gente en desconfiada, tozuda y cazurra, muy cazurra, que de ahí viene lo nuestro y lo de no humillar pendón a estas alturas ni dejar morir el pleito. (Y esto por querer escribir hoy de las almadreñas, calzau ya casi difuntu en to esti norti ezpañó donde hoy crecen iniciativas, grupos o subvenciones por ver de resucitarles su seña identitaria; y en su peana de profeta en calzar almadreñas, nuestro paisano cántabro Revilla. Así que lo siento, mañana hablaremos otra vez de almadreñas).