«Saber perdonar disminuye la ansiedad»
España cuenta con el primer Instituto del Perdón, que estudia sus beneficios para la salud mental y su práctica liberadora
Perdonar es algo más que aquello que enseñan en catequesis como camino de virtud; más incluso que aquello a lo que los padres obligan a sus pequeños desde sus más tiernas ofensas. «¡Pídele perdón!», se habrá repetido hasta la saciedad. Pero este acto tiene más que ver con una habilidad intrínsecamente humana que no busca más que la paz, individual y colectiva, y que ha sido estudiada desde el punto de vista de la filosofía, la antropología y la psicología a lo largo de la historia.
Para fomentar su práctica en una sociedad cada vez más alejada de ella, comprender qué es y qué no es perdonar, entrenar el perdón como herramienta en la resolución de conflictos y estudiar sus efectos, la Universidad Francisco de Vitoria (UFV) ha impulsado este año la creación del primer Instituto del Perdón que opera en España. «Explorar los beneficios del perdón a nivel psicológico, empíricamente y desde el método científico, es la base de nuestra labor en el Instituto», explica Saray Bonete, una de las investigadoras del centro.
Clara Molinero, directora del mismo, ha querido darle difusión en España tras su experiencia aplicándolo como terapeuta y una estancia investigador en el International Forgiveness Institute de Wisconsin-Madison, fundado por Robert Enrigtht, uno de los pioneros en el estudio psicológico del perdón y sus efectos en las personas.
Su aplicación como vía de resolución de conflictos, tanto a nivel laboral, institucional, académico y personal, es uno de los objetivos finales de esta iniciativa en España. Qué es y qué no es el perdón es el primer paso que se da con las personas que se muestran predispuestas a recorrer «un camino» que, como todos, tiene sus más y sus menos.
«Se trata de un acto libre, una decisión personal en la que no es necesaria la petición explícita de perdón por parte de quien ha cometido la injusticia», apunta la investigadora. De hecho, el perdón se puede practicar hacia quienes han fallecido o tenemos la certeza de no volver a ver jamás. «No es una reconciliación. A veces, esto es imposible por distintas razones, pero en cualquier caso es más un acto interno que externo», aclara Bonete.
En este camino, que puede ser fácil para ofensas cotidianas pero arduo cuando se trata de daños profundos como el haber sufrido abusos de distinto tipo en la infancia o infidelidades maritales, lo primero que se hace es reconocer la ofensa en sí. «Porque a veces hay confusión en dos sentidos: por un lado, reconocemos como injustas cosas que nos han hecho y normalizamos y, por otro, nos damos cuenta de que una ofensa que percibimos al principio como tal no lo era», explica la psicóloga. Una vez aclarado el primer concepto, se parte de una idea básica que da lugar al proceso de perdón posterior. Esta es: «Yo no merezco esto que me han hecho». Este punto es importante porque perdonar se confunde a menudo con otros mecanismos. La negación, entre ellos.
«El pasar página, aceptar lo que pasó, justificar a la otra persona por sus circunstancias o pensar que lo que hicieron no nos afectó, no son en sí mismo el verdadero de perdón. Son atajos que, si bien puede servir ante ofensas pequeñas, no ayudan en casos de daño profundo», aclara. Quienes no caen en la negación, habitualmente sí lo hacen en la ira y el deseo de venganza. Y eso hace daño real en el bienestar psicológico y físico de las personas. «La ira nos enferma», advierte Bonete.
En el lado contrario, los resultados de los talleres muestran que tras estos disminuyen la ira y el resentimiento y, a la vez, aumenta la percepción de esperanza, de bienestar y de autoestima. Es un bálsamo para la salud mental. A más capacidad o disposición para perdonar, «menos niveles de ansiedad y depresión. Incluso hay algunos estudios que empiezan a apuntar los beneficios sobre el sueño», explica la psicóloga. «A veces —prosigue— el dormir mal, que tanto afecta a la sociedad actual, tiene que ver con resentimientos o cosas que no se han cerrado. Aprender a perdonar puede aportar en este caso una paz beneficiosa». Lo contrario te convierte en una persona suspicaz y desconfiada con el mundo.