Diario de León

El pediatra asegura que su método resuelve el 97% de los casos de insomnio

Estivill edita una guía rápida para dormir a los niños

A veces el mal sueño de un bebé puede convertirse para los padres en una pesadilla. Eduard Estivill, pediatra, neurofisiólogo y responsable de la Unidad de Alteraciones d

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Antonio Paniagua - MADRID.
León

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En su libro «Método Estivill. Guía rápida para enseñar a dormir a los niños» (Plaza y Janés), el pediatra recomienda a los educadores ante todo no perder los nervios. Una vez que se tiene la convicción y la seguridad de que se hace lo que hay que hacer, hay que tratar de aguantar con estoicismo la escandalera que armará el niño cuando patalee y empiece a gritar. Para enseñar al niño a dormir, el primer paso es rodearlo de una serie de objetos que formen parte de su rutina y su entorno: un chupete, un muñeco y cuantos objetos quiera el pequeño. A continuación, con «con voz suave y tranquila hay que explicar al niño que a partir de ahora dormirá sólo». Este sencillo mensaje se transmite como un monólogo, sin dar opción al bebé a que articule una respuesta. Estivill quiere dejar bien claro que obligar al niño a dormir solo no es abandonarlo a su suerte. No en vano, al principio hay que «hacer frecuentes visitas al dormitorio del niño para demostrar al pequeño que no está abandonado». Durante los seis primeros meses de vida, el niño duerme de modo fragmentario. A partir del sexto mes, su cerebro ya está preparado para dormir entre once y doce horas seguidas sin interrupciones. «La alimentación es la guía que va marcando el ritmo biológico del sueño». De acuerdo con Estivill, los padres han de ser conscientes de que igual que la comida o el baño exigen unos rituales concretos, el sueño también. «A nadie se le ocurre cantar canciones cuando el niño está orinando; pues tampoco se debe mecer a un niño para intentar dormirle». Asimismo, la luz nunca debe convertirse en un hábito externo asociado al sueño, ya que si el bebé se despierta, lo que hará enseguida es reclamarla. «También quedan descartadas las lamparillas de iluminación tenue». Incluso, por doloroso que resulte al principio, el experto aconseja hacer caso omiso a los vómitos del niño cuando no revisten mayores consecuencias que las de llamar la atención de los adultos. «El vómito no debe asustar. A un niño le resulta muy fácil provocarlo. Si el bebé se da cuenta de que esa acción no alerta a los padres, no volverá a repetirla». Estivill argumenta que los progenitores no deben angustiarse si el niño padece terrores nocturnos, episodios que se caracterizan por un despertar brusco al que le siguen los chillidos. «Suele acontecer entre los tres y cinco años y, a diferencia de la pesadilla, no hay ansiedad. No es necesario hacer nada especial porque el niño está dormido profundamente. Tan sólo es conveniente acompañar al pequeño para que no se caiga o sufra un percance». Los niños con síndrome de Down o algún tipo de discapacidad mental pueden aprender a dormir del mismo modo y siguiendo idéntico tratamiento que cualquier otro niño.

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