Un estudio revela que el exceso de trabajo y las cargas familiares están afectando a la vida sexual de las mujeres que practican el sexo menos que las féminas de los años 50
La cama paga el pato
La supermujer lo está pagando en la cama. Atender las exigencias que la sociedad impone está teniendo repercusiones negativas en la vida sexual de las mujeres occidentales, que en algunos aspectos comienza a parecerse a la de sus madres. Investigadores del Instituto Kinsey, responsable en los años 60 de uno de los estudios sobre sexualidad más novedosos y completos del momento, han comprobado que las norteamericanas que viven en pareja practican sexo dos o tres veces por semana, un promedio que no se registraba desde hace sesenta años, al menos en Estados Unidos. «La gente no practica tanto sexo como antes. Las parejas están hoy bajo el peso de sus trabajos y del cuidado de sus hijos. Además hay que ir de compras y ver la televisión, lo que no deja mucho tiempo para el sexo». John Bancroft, director del Instituto Kinsey, ha alertado sobre la necesidad de revisar los estudios sobre disfunciones sexuales para incorporar aspectos emocionales y mentales que hasta ahora están quedando solapados por los desarreglos puramente físicos. «Vivimos en una época en la que apenas queda tiempo de ocio para llenar. Antes el sexo solía ocupar esos espacios». Revisión El estudio, elaborado con los testimonios de 853 mujeres de entre 20 y 65 años, desvela además que los problemas sexuales afectan a menos mujeres de lo que se pensaba. Según el Instituto Kinsey, tan sólo una de cada cuatro norteamericanas sufren desajustes graves relacionados con su sexualidad, una cifra que recorta sensiblemente el 43% que proponía una investigación de 1999. Aunque los datos del estudio corresponden a Estados Unidos y en España no existe una encuesta similar, las conclusiones del Instituto Kinsey constituyen un reflejo de lo que está sucediendo en todo Occidente. Juan José Borrás, médico y director del Instituto Espill de Sexología, asegura que su experiencia clínica le permite deducir que el modo de vida actual está influyendo de forma decisiva en la salud sexual de las parejas. «La falta de tiempo es un problema grave cuando ambos trabajan. Si además tienen hijos, la situación se complica todavía más». Para intentar resolver esas carencias, las parejas suelen recurrir a modelos que a la larga son contraproducentes. «La fórmula sábado sabadete, el «ya toca» que suele generar el sentimiento de culpa, desdibuja el deseo porque impone la sensación de obligatoriedad», advierte Borrás. Una bola de nieve El «apagón en la cama» que está afectando a muchas parejas como consecuencia de la forma de vida puede tener repercusiones serias a medio plazo. Juan José Borrás constata que «lo que podría ser un pequeño contratiempo acaba convirtiéndose en una bola de nieve que crece y genera verdaderos problemas que hacen que la pareja esté en crisis». «La sexualidad no es diferente a la nutrición, quiero decir que la salud sexual es tan importante como las demás. Dedicar tiempo a nosotros no es un lujo. Dejar las cosas para mañana es una trampa porque la salud es algo del día a día».