Diario de León

Cornada de lobo

Somos lo que comemos

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León

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Atenta la tribu y la compañía de fumigaciones: por razones que no se conocen con total exactitud, el cáncer de colon afecta a los leoneses justamente el doble que a toda la vecindad provincial y resto peninsular. Averígüenlo cagando mixtos porque, plantada así la noticia, a cualquiera se le estrangula el culo y las ganas de obrar en semana y media. Son muchas muertes de diferencia. Algo especial tiene que ocurrir aquí para que se rebele el intestino grueso y degenere en tripería. Mientras la medicina sentencia, pongamos que el origen está sin duda en lo que comemos. Dime qué comes y te diré lo bestia que eres. Somos lo que comemos. Y aquí, últimamente, zampamos más que comemos, comemos más que nutrirnos y la nutrición navega al pairo por alimentaciones industriales que se cocinan rápido abaratando calidad y precio. Los súper se atiborran de este género, material de batallón que estimula el consumo del pobre que no quiere parecerlo. Pero ocurre que toda esta porquería también la traga el resto de España y no por ello se les esferula la tripa del culo tanto como aquí; así que busca en la despensa y en otros platos que la hispanidad restante no acostumbre o alcance a comer. Ya se dijo en un congreso médico que la razón, o parte de ella, radicaría en el mayor consumo leonés de matanzas curadas y ahumadas, artillería culinaria del cerdo pasado por artesa y que después en las fábricas ahuman con tufo exagerado e impostor que le haga parecer artesanal. En ese humo, dicen, se alojan unos principios cancerígenos incontestables que serían la madre del cordero y de este colon pervertido. Pero se sigue bañando en humo la chacinería industrial (y de qué forma: en una nave de curación he visto meter un carretón cargado de astillas, formica y serrines de carpintería con colas y mandanga haciendo nube). La señal que espera el consumidor es precisamente esa, que huela a humo, que parezca de pueblo. Y va y se lo cree. Y va y lo entrecalla y se rechupa. Pero quien cuida en el pueblo la tradición escarmentada jamás cura con humo, sino con helada y calor de brasa tras consumir la hoguera en el corral. El humo es una inmensa mentira de las fábricas y de los listos. (Continuará) La marea negra también.

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