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Payasos Sin Fronteras propone a la Unesco que declare la risa Patrimonio de la Humanidad porque «es lo que nos hace más humanos». La organización prepara futuras actuaciones en Irak

Por una sonrisa, un cielo

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Arantza Prádanos - MADRID.
León

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Les llaman locos, chiflados, poetas, absurdos, y ellos contestan, parapetados detrás de una nariz roja y una sonrisa, que «más absurda es la guerra, los misiles, y a nadie le extraña». Son Payasos Sin Fronteras (PSF) y sondean ya sobre el mapa de Irak futuras actuaciones para cuando las armas callen. «No tenemos vocación de kamikazes, ni queremos ser mártires, víctimas fáciles», dice su presidente, Pepe Viyuela, cómico veterano y Filemón redivivo en las pantallas de cine españolas. En estos días inciertos, Payasos lanza su más ambicioso órdago, un mensaje en una botella al mundo sacudido por tantas guerras, abiertas o larvadas. Propone a la Unesco la declaración institucional, urbi et orbe, de la risa como Patrimonio de la Humanidad. Si Chichen Itzá es un regalo para la posteridad, las Pirámides de Egipto un portento o la Acrópolis un privilegio; si la Agencia de Naciones Unidas ha «santificado» el Misterio de Elche, o a los contadores de cuentos de la Plaza Djamaa el-Fna (Marrakesh), por qué excluir la risa, democrática, liberadora, e ignorante de clases, razas o fronteras. Por qué dejar fuera del patrimonio protegido de la Humanidad a aquello que nos hace más humanos, se preguntaba ayer Viyuela. La risa es «mucho más que una explosión de alegría, es un bien intangible, contagioso, y el mayor disolvente de conflictos que se conoce», argumentó en la presentación de esta propuesta «loca, sí, pero mucho menos que la guerra». En medio del estruendo de las bombas, la risa es un arma cargada de sentido y de futuro, como dijo Celaya. Payasos Sin Fronteras lo sabe. Ha visto a niños y mayores devastados por contiendas y catástrofes recobrar el aliento en compañía un grupo de chalados con narices rojas. Y ahora que los invasores de Irak hablan de reconstrucción, valdría más preocuparse de la recuperación moral y anímica de las víctimas. La risa -dice PSF- llega adonde no puede hacerlo el hormigón. Por eso, porque hay enclaves como Palestina donde la risa está en peligro de extinción, recuerdan a la Unesco que el punto 24 de las directrices para el Patrimonio de la Humanidad otorga prioridad «a los aspectos muy importantes que corren el riesgo de desaparecer si no reciben la debida protección».