Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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Acabe como acabe el asunto de los pactos poselectorales, y ya queda poco, es seguro que van a provocar más cabreos que sorpresas. Por supuesto entre la clase política, porque el electorado de a pie hace tiempo que está curado de espantos. Independientemente del municipio en disputa o de los protagonistas locales de cada acuerdo o «pactín» las negociaciones que tienen lugar estos días traen un fuerte tufo a cambalache y lo raro es que Protección Civil no recomiende a la población que vaya tapándose las narices. Porque van a darse situaciones perfectamente legales, pero dudosamente legítimas, y casi ninguna que huela bien. En León o Astorga, por poner sólo dos ejemplos donde sus respectivos alcaldes, uno del PP y el otro del PSOE, han quedado a tiro de piedra de la mayoría absoluta. Tanto el leonés Amilivia como el maragato Perandones corren un serio riesgo de que, con menos votos, sus rivales los manden a la oposición. Entonces no será alcalde el cabeza de la lista más votada por los vecinos, sino el de la segunda y, ya el colmo, tal vez el de la tercera. Algo huele a podrido, y no precisamente en Dinamarca, cuando aquí mismo y aún no hace tantos años un inolvidable «Pacto Cívico» batió todos los records de las componendas para echar al exalcalde Morano. Y no importó que tuvieran que juntarse tres partidos, cada uno de una madre, como quien dice: PP, PSOE y el difunto CDS. Y lo firmaron Amilivia, el ahora delegado de la Junta, señor Aznar y el propio Zapatero. Consuélese ahora el primero si por casualidades de la vida lo echa del sillón el tercero, porque donde las dan las toman. Pura filosofía existencial. Sin llegar a estos extremos resultan, en todo caso, irritantes los privilegios, por no decir el ventajismo o el chantaje, que este tipo de pactos otorgan a los llamados partidos «bisagra». O sea a los terceros en discordia que con apenas un puñado de votos deciden las mayorías. Naturalmente no es un fenómeno exclusivo de León, sino una epidemia. Recuérdese cuando Pujol empapeló de billetes de mil pesetas Cataluña a cuenta de los Presupuestos del Estado por apoyar, primero, al gobierno de Felipe González y, a la siguiente, a José María Aznar. De aquella los de León veíamos pasar de largo los miles de millones como vacas volando hacia la Expo de Sevilla o las olimpiadas de Barcelona y, si no es por Fraga, no tendríamos ni siquiera la pobrina y tardía autovía del noroeste. También conviene recordar que por entonces ni el PSOE ni el PP de aquí , y Zapatero ya despuntaba como joven diputado en Cortes, dijeron ni «mú». Bien, tampoco ahora las cosas han cambiado demasiado. ¿Que De Francisco, el de la UPL, pacta con Fernández, el del PSOE, para echar de la alcaldía de León a Amilivia? ¿O que lo hace a la inversa? Ninguna de las dos cosas debe extrañar y precisamente eso es lo que más jode, con perdón. Depende de lo que le den y en eso hay que reconocer que tenemos aquí un discípulo aventajado de Pujol, sólo que en cazurro, porque algo de lo que él saque nos caerá también a los paisanos, como las inversiones del último Pacto de León. Otra cosa son las formas. En cuando a si el futuro seguirá perteneciendo o no a los partidos bisagra, parece una cuestión problemática. En Inglaterra y Alemania los electores borraron del mapa en los años noventa al partido liberal, que con gran desparpajo votaba un año con los laboristas o los socialdemócratas y al siguiente con los conservadores o los democristianos. Les fue bien mientras duró. Más o menos como empieza a pasarle ahora a la UPL en la capital (dos concejales menos), en La Bañeza (cuatro a la calle) o en las Cortes autonómicas de Fuensaldaña (otro escaño que bailó). O qué decir de los franceses, que, hartos de votar a los socialistas después del general De Gaulle para que los comunistas se llevaran el gato al agua en los pactos de la izquierda divina, decidieron prescindir de éstos últimos. O los italianos, que cortaron por lo sano, es un decir, y mandaron a todos los partidos a hacerle la oposición a Berlusconi, sin dejar ni uno. Pero, volviendo a España, no debe deprimirse De Francisco con el trágico sino de sus colegas europeos del pacto y la bisagra a tope. Cada país tiene lo que se merece. En Euskadi, por ejemplo, el comunista Madrazo ha sacado votos de la nada apuntalando al PNV y a los batasunos. Y ahí al lado, en Madrid mismo, Zapatero ha conseguido resucitar a IU, que a partir de ahora administrará las carteras de vivienda, educación y sanidad, tres chollos, después de que Felipe González laminara sucesivamente a Carrillo, Gerardo Iglesias y Julio Anguita. En fin, que de León se podrá decir cualquier cosa. Pero aquello de «cosas más raras se han visto», pues no. Los partidos se están jugando, como quien dice «a los chinos», el futuro de uno de cada cuatro ayuntamientos Conviene, de todas formas, seguir votando en las próximas, aunque sea tapándonos todos la nariz

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