Las donaciones de órganos vivos en España sólo alcanzan el 2%

A punto ya de alcanzar su techo en la donación de órganos de cadáver, el modélico sistema español de trasplantes se enfrenta a su gran asignatura pendiente: los injertos de donante vivo, que no llegan al 2% cuando varios países europeos rondan el 15-20% y Estados Unidos el 40%. De hecho, como subrayó el nefrólogo catalán Daniel Serón durante el Congreso Estadounidense de Trasplantes celebrado la última semana en Washington, la enorme ventaja en ese capítulo ha permitido a EE.UU. desplazar a España del liderazgo mundial en la tasa total de injertos. Aunque el experto del Hospital Bellvitge aclaró que se mantiene la delantera hispana en donaciones, queda ya poco margen para aumentar la cifra actual de 34 por millón de habitantes, que apenas podría estirarse hasta 38 si se consiguiera la ansiada reducción del 20% al 15% en las negativas familiares a ceder los órganos de sus parientes fallecidos. En cambio, añadió Federico Oppenheimer, de la Unidad de Trasplante Renal del Hospital Clínic de Barcelona, «si eleváramos los injertos de donante vivo hasta el 20%, seríamos líderes destacados». Oppenheimer los ve como un importante «complemento del trasplante de cadáver», al que se sumaría para conseguir el decisivo logro de «tardar más tiempo en realimentar la lista de espera», que Sanidad sitúa, según los órganos, entre 31 y 126 días. Trabajo para el futuro En suma, apostilló, «estaremos trabajando no sólo para hoy, sino para mañana». Y, además, con garantía de eficacia: «Para la insuficiencia renal crónica, el trasplante de donante vivo es mejor opción terapéutica que la diálisis peritoneal, la hemodiálisis y el injerto de cadáver; es la que da mejores resultados», remachó. El especialista precisó que ya «no hay necesidad de una alta compatibilidad histológica» (de tejidos orgánicos), como demuestra el hecho de que «a los diez años el trasplante de donante vivo entre personas no emparentadas ofrece los mismos resultados que los clásicos de padres a hijos».