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Es de celebrar la decisión de uno y de otra, de Victoriano y de la corporación, del inmortal Crémer, maestro de lira y fusta, y de la municipalidad cultural, pues mutuamente acordaron que el legado literario del escritor será adquirido por el ayuntamiento de León estableciendo así la condición pública de estos impagables fondos y la garantía de ser patrimonio común como ya lo es su obra y su palabra. Y es de celebrar porque no siempre el legado de artistas, escritores y creadores supera sin desintegración o menoscabo las eternamente disputadas herencias, partijas y avatares de familia. Algo así acabó ocurriendo con el legado del también poeta Leopoldo Panero, legado malbaratado por sus herederos y cuyos restos finales desdeñó León aún costando una ganga; hoy reposan su silencio y casi su inutilidad en el Aula Picasso de Málaga, de modo que es alivio pensar que con la herencia literaria de Crémer nada de esto ocurrirá y le sobrevirá con integridad de esta forma superando la muerte y los olvidos. Luis Rosales, que fue página contigua a Lorca y también amigo de Crémer, decidió en vida que su vasta biblioteca, fondos y originales fueran vendidos a una universidad andaluza y hubo quien le recriminó este desfondarse suyo y esta enajenación en vida, a lo que Rosales replicó explicándose: mire usted, harto estoy de ver en la Cuesta Moyano, en rastros y almonedas los restos de grandes bibliotecas, libros magníficos y obras singulares malvendidas y descuarteladas de su unidad, así que me pareció un mejor proceder el mantener la integridad de mis libros y fondos a un solo propietario y con el rango de institución pública. Es la decisión más sensata porque, al fin y a la postre, a mi único hijo sólo le gusta leer el Marca y mi mujer únicamente lee a Pío «baraja»... Y decía esto Luis Rosales con aquella permanente sonrisa e ironía con las que franqueba la conversación y la existencia. Celebremos la decisión de Crémer, su generosidad y la discreta tasación, pues esos sesenta mil euros de coste son cantidad nimia que en otros casos se nos esfuma en hora y media con un conciertín de viola de gamba, una sesión de gorgorito lírico o una exposición de puntas romas de colchón con performance incluída. Y así Crémer seguirá viviendo entre nosotros.