A LA ÚLTIMA
Móviles traidores
NO FALLA. Cierras las ventanas y siempre se queda dentro uno o dos de esos estúpidos y gigantescos moscones a los que sólo tienes ganas de exterminar con un Tomahawk casero, y que si no lo haces es por los estremecedores poemas que les dedicó Dámaso Alonso en Hijos de la Ira . Pero peor que los moscones que se quedan dentro y revolotean con sus hercúleos zumbidos de mamut volador, mucho peores son esos aparatitos electrónicos móviles que se nos han colado en nuestras vidas y nos revolotean con sus zumbidos de arteros espías, malandrines y follones para más señas. Por ejemplo, los telefonitos con cámara, delicia de guarros y cochinos varios en gimnasios, probadores, vestuarios, y la calle y el orbe en general. Por ejemplo, los teléfonos en sí mismos, que a la mínima se autoconectan y retransmiten a quién sabe quién lo que haces y lo que te hacen. Yo llevo ya en las últimas dos semanas dos casos. Suena el teléfono y allí no responde nadie. Sólo se oyen ruidos, conversaciones que me ignoran y, en definitiva, el intrascendente sonido de la vida al pasar. En una ocasión, un vecino mío bañaba a su hijo pequeño. En otra, los padres de un amigo charlaban de algo banal. Por un extraño principio inverso a la teoría del caos, los teléfonos móviles se autoconectan al menor roce y llaman a quien se le pone en los circuitos. En esas ocasiones de conexiones accidentales e inadvertidas, uno cuelga rápido, claro. Es su privacidad y están bañando a un niño. Pero, ejem, tampoco me las voy a dar aquí de incorruptible y asegurar que no me quedara con la oreja pegada si la cosa se pusiera bien de verdad, y en vez de baños de niños, los padres se estuvieran dando el biberón uno al otro. Claro que también es verdad que a saber con qué habría pulsado el tipo la fatídica combinación de teclas para conectarme a sus cochinadas, que uno siempre piensa en lo peor. Hay que tener cuidado con esos móviles, leñe. Bloqueen los teclados. Y tengan una vida un poco más apasionante. Sólo por si acaso su móvil les conecta con alguien sin que ustedes se den cuenta, y se convierten así en personajes famosos de reality show, que a todos nos es posible un minuto grandioso de fama aunque sea a través de un móvil traicionero.