Diario de León

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LAS TRIPAS de cada barrio están hirviendo con la digestión de pisos vacíos, muchos; sólo en esta ciudad, más de quince mil. Una burrada. Es epidemia hasta en villas de cuatro gatos y capa caída. Bajo una teja guardaba el pueblo llano sus cuartos o tesorillo y bajo teja están también los pisos, que son hoy el tesorillo del pobre, la puta codicia del rico y la conga de Jalisco. Sobran pisos y, aún así, parece que se siguen encargando a una fábrica de rosquillas. Pero no son lo único deshabitado estos pisos de ciudad; mira esos pueblos con sus casas vacías, cerradas, muertas de sentido... hasta nosotros mismos estamos deshabitados y a nadie dejamos que nos ocupe. La cifra de casas de pueblo ciegas de contraventana echada es disparatada. Pon una suposición y multiplícala por mil cuatrocientos pueblos que se esparcen en esta leonesidad rampante y doliente, algunos de los cuales ya están definitivamente abandonados, puro fósil. El hambre y el buscar el pan en Alemania fue la primera sangría en los años sesenta. Después, los hijos se fueron a estudiar y jamás volvieron. Los demás se fueron haciendo viejos y ya han muerto la mitad... Pero lo que aquí abandonamos hoy por ingrato y sin futuro es el sueño y lotería de gentes que llegan de muy lejos espantados por otra hambre más negra que ahora florece en paraísos y trópicos a los que se fueron un día nuestros abuelos buscando hacer plata o arruinar su apuesta quedando grapados a la ruina argentina o venezolana. Muchos inmigrantes y familias enteras esperan que les dejen ocupar casas y pueblos abandonados de nuestra ruina rural. No serían mala repoblación en estas horas bajas porque vienen con la obligación de comerse el mundo por las patas. Lo cabreirés, lo maragato o lo riañés exigen risas de críos y cantos de arada o zagala. Pero en el pueblo de al lado se han enterado y han torcido el hocico profetizando calamidades en corros y bares. Se encorajinan contra el extranjero porque viene preñado de delincuencia, dicen... Y es que conocen el percal de la emigración de mano propia. Esos leoneses fueron turcos en Suiza, moros en Holanda o criadas desbragadas en Francia. Y sus antepasados fueron hijos de sangres mil que repoblaron este norte medieval. Viendo otras miserias, ahora se sienten algo, desprecian y calumnian. Entre piojos, el resucitado es el peor.

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