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DE LA MISMA FORMA que por aires y autodefinición esa bendita tierra es borracha y dinamitera, roja a maza y tirada palante o palmonte, cuando Asturias pónese en facha pártete el alma, rapaz, no la hay más, cosa de temperamento natural de nuestros hermanos los astures trasmontanos que propenden a extremar y exagerar lo bueno y lo malo dejando entre la grandeza y la vileza no más trecho que el salto de un cojo (de los astures cismontanos en esta cazurrería de aquí se dice que somos un cruce entre buey y raposa y que secretamente admiramos el arrojo de nuestros parientes de pallá del puertu). Por eso Franco sigue aún tan vivo entre cierta asturianía, respétasele en símbolos y en modos, ensálzasele en controversias políticas, lúcese su devoción y hasta algún rojeras de la siderurgia avilesina pintaba hace algunos años en una tapia con letras de metro y medio aquello de «Franco, hijoputa, vuelve». La Asturias de vieja derechona creo yo que ha exaltado su franquismo más que ningún otro franquista de las Españas de yugo llevar. Puestos en caudillismo, hay asturianos grandones que a Franco llamábanle Pelayo y al general Aranda Viriato. También es cierto que el asturiano fachorro llegaba a sentirse Caudillo consorte gracias a su paisana Carmen de Polo y de Oviedo y de la Collarada. Además, Franco se garbeaba por Asturias no menos de dos veces al año, cosa que confiere cierto rango familiar, pues lo mismo hacen los cuñados que viven lejos sin que haya forma de disuadirles. Dos veces: una para pescar en un arreado rebaño de salmones en el Sella y otra «a por atún y a ver al duque» cuando al final de sus vacaciones gallegas repasaba con el yate Azor todo el Cantábrico hasta Guipuchi y el palacio de Ayete. Algunas veces se acompañaba de su excelentísima señora que pasaba de jornadas salmoneras -y no como Gema de Cascos que pide foto en la orilla- para irse de corte y tiendas por su Oviedo natal, ante lo cual algunos joyeros optaban por echar la trapa inventándose una defunción a fin de evitarse el vender sin cobrar, faltaría más, doña Carmen, a sus pies, usted siga bien, viva Franco, arriba España. Pero el tiempo ajusticia y el domingo lo comprobé en Villaviciosa. Esto es lo que pretendía contarte hoy. Lástima de espacio. Será mañana.