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HASTA ANTEAYER, como quien dice, había en Villaviciosa una casona de sótano fantasmal y en sus bajos una tienda quiosquera lóbrega de bombilla y baldada de estantes con polvo de siete décadas en la que Franco vivía aún tieso en una pared, estirado de gesto, mirando desde altura prepotente a toda la parroquia que allí llegaba a comprar el periódico, una revista, algún librejo. Franco, que ya no cabalga ni en su plaza del Ferrol, vivía allí a sus anchas, que también eran oscuras. Era el enorme «huecograbado» de un viejo calendario de 1939, año de la Victoria y Olé Catapún. Desde entonces debió quedar allí petado y ya nadie jamás le apeó de su peana de chinchetas, que no eran tal, sino clavo zapatero con zapata de cartón. La estancia naufragaba en vacíos con un techo a cinco metros y por toda ella se esparcían otras ilustraciones, carteles y afiches de cada época claveteados también y con sus pliegues de años marcados por una ceja de polvo. Ni que decir tiene que aquellas paredes no gozaron de pintura o revoco desde entonces y su rugosidad era el mapa en relieve de algún desierto mental o de otro planeta, a saber. Todo en aquel negocio parecía viejo, hasta la prensa del día. Se amontonaban por toda esquina pilas de publicaciones atrasadas, nacían del suelo montoneras de periódicos y devoluciones, las estanterías eran un caos de papel amarilleado y libros baratos; todo parecía tirado más que colocado. Aún así, el quiosquero aquel de gesto fosco y traza cutre se aclaraba en su barullo bajo un Franco impertérrito que después de muerto vencía a unas chinchetas. La lealtad franquista de aquel hombre era puro culto latreútico, lo que hacía pensar que aquel dispensario de prensa podía ser la típica concesión de venta a viuda de guerra o mutilado o, quizá, al sobrino del jefe local del Movimiento, que bien podía llamarse Manín el Pistolu. Siempre que iba a Villaviciosa hacía por pararme en ese quiosco y por ver si los cambios de España removían aquel retratazo que era un todo un panfleto. Y allí seguía Franco redivivo. Pasaron los ochenta, entraba la historia en el XXI y no hubo bajada de pestaña, ay, qué España. Pero aquella casa ruinosa la han apeado en derribo y el solar parece Irak. ¿Y qué fue de aquel Franco, dónde vive ahora?... Mira el corazón y la cartera de ese que tienes al lado.