A LA ÚLTIMA
Amiguetes presidente
EXISTE una disfunción política en España mediante la cual, la exigencia hacia los comportamientos internos e internacionales es completamente distinta. Declaraciones como las de Silvio Berlusconi, en el Parlamento Europeo, desatan una ola de indignación en Europa, mientras en España apenas ocupan atención. Casualmente, la posición de Silvio Berlusconi ha sido arropada en el Parlamento Europeo por el Partido Popular. Las políticas ultra conservadoras de George W. Bush en materia de derechos humanos y en prestaciones sociales se despachan en España con un suave comentario. En todos los casos, además, se trata de los mejores amigos políticos de Aznar. ¿A alguien lo preocupa, de verdad, lo que pasa en Guantánamo o lo que hace el ejercito norteamericano en Irak? La pregunta que habría que hacerse es por qué el presidente del Gobierno español se identifica personalmente tanto con políticos que si fueran españoles no encontrarían espacio en el parlamento. Porque éste no tiene tanto lugar hacia la derecha como para poderlos recibir. George W. Bush ha conseguido sacar adelante sus propuestas sólo gracias al miedo y al hambre de patriotismo que provocaron las heridas del 11 de septiembre. El gran sueño de reducción de impuestos para los ricos, rebaja de los gastos sociales y sueños militaristas y política unilateral, se consiguió gracias al miedo. En Europa, Berlusconi ha zanjado todos sus procedimientos judiciales blindándose frente a la justicia. El más rico de Italia, es su presidente, y nos hemos acostumbrado, además, a que sea tan amigo de Aznar como para venir a la boda de su hija. ¿Qué pasa en España para que a José María Aznar le salgan gratis una amistades, que de ser las de nuestros hijos, provocarían la más encendida de nuestras alarmas? La respuesta es muy sencilla. Aznar ha establecido, también, un sistema de blindaje mediático y judicial. Tiene las televisiones -TVE, Antena 3 y algunas autonómicas- para que no dejen pasar una que no convenga al Gobierno y, un poder judicial sometido hasta el punto de que el fiscal general del Estado es el mejor servidor del Gobierno. Si no hay noticias y no hay investigación judicial, el presidente se puede permitir el lujo de que sus amigos y sus ídolos políticos sean George W. Bush y Silvio Berlusconi. Así de sencillo.