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SALISTE DE LA ULTIMA comunión acordando no soportar más una sola de estas ceremonias que son ya calcada maqueta de una boda, barahunda de familia trajeada con gafas de charol y zapatitos de perlé, homilía dulzorra de curita en verso, vulgarota comidorra y doble dosis de cuñadeo. También dijiste eso de la última boda porque te tocaba de lejos, te tocaba las mismísimas pelotas y te tocaba pagar, que a eso te invitaron. Esa boda, sin embargo, tuvo su punto de novedad que hizo distinto el vómito: ceremonia nupcial en jardinete chaletero, carpa de feria de muestras, arcos de rosas como en telefilm americano, cuatro damas de honor uniformadas y dos rapaces de terciopelo inimaginable, repelentes en grado superlativo, para llevar las arras y el rabo blanco de la raposa, porque hay que ver lo zorrona que fue esa novia y los montes de pecaos y lirios moraos que cabían bajo aquel despampanante traje blanco... jeta blanca tié la tía. En los últimos meses, entre pitos y dulzainas, llevas seis fiestorros de este jaez, seis, y además corpus, lereles y rendevús... fiesta a chorro y, por si fuera poco, las ferias de la ciudad que te obligaron a ir convidando por chiringos y estafaderos. Palo. El hígado y la úlcera se sumaron al quebranto. Creías haberlo visto todo. Pero... cariño, te dijeron, tenemos que ir a la fiesta de fin de grado en el colegio del niño. Y te dijiste «¡pero qué fiesta de grado ni qué coñas si el guaje sólo tiene siete años!». Pues lo han organizado con solemnidad y tarjetón. Otro rito de horrores, temieron tus adentros, pamplinada merecida por dejar que la parienta eligiera colegio pijo. Confirmaste sospechas. Fue ceremonia firulí, estomagante. Toga claustral llevaban las «seños» de preescolar, aire rectoral el cretino director, tufo de paraninfo en aquel salón; y en la cara de todos, baba paleta de telefilm en fiesta de graduación. Los críos de uniforme fueron recibiendo sus diplomas y -cágate, lorito- ese birrete anglosajón universitario con un cuadrado encima y una borla, vaya burla. Los guajes se encantaron con el paripé; eran como simpsons con tejado. No es posible tanta imbecilidad, tanta imitación y paletismo, te dijiste. Aunque me cueste el divorcio y que mi suegro se salga de la sociedad, este chaval mío se matricula en próximo curso en escuela pública de barrio; por desintoxicarlo, más que nada.