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SAN CRISTOBALON es un santo con espaldas de estanteÓía que de pequeño nos apabullaba desde el tamaño de su fresco en uno de los muros laterales de la catedral (a su pie, un sarcófago roto nos brindaba conjeturas y patrañas fantasmales). San Cristóbal viene todos los años al calendario con un calderillo de agua y un hisopo para bendecir camiones con guirnaldas y sin calendarios de gachises despelotadas. Los camioneros son así: o montan un harén de couché en su cabina o les arrebata un alarde místico y misionero que les lleva a colocar en la bisera del tres-ejes un mandato o una oración, Dios me guíe, Dios te guarde, Jesús te salvará, Cristo reina y lemas así que parecen sacados de una convención de testigos de Jehová. Solía decir Maruja Torres que las dos cosas que más le gustaban en este mundo era pararse en un hostal de carretera para atizarse una ración de callos picantes y tirarse a un camionero. Creo yo que es mentira, sólo boutade, pero espero que supiera elegir, porque le toca uno de los de la antífona en la bisera y lo mismo acaban rezando el rosario sentados al borde de la cama mientras reflexionan sobre la trascendencia del alma y la efímera existencia humana, aunque no veo incompatibilidad entre el camionero de estampa o jaculatoria y el de jergón en putiferio. Son como los toreros que bordan a la Macarena en su capote de paseo, llenan de estampas y lamparillas la capillita que llevan en la maleta, rezan como condenados a muerte y, superada la lidia o la cornada, se fuman los mandamientos por la bragueta o la cartera. Es esa piedad hipócrita y mágica tan histórica y encendida en la Iberia meapilas, fervores a santa Bárbara mientras truena, esa piedad tan característica de abades paletos de cofradía, fundamentalistas ricachos de misa de doce que alardean de comerse a Dios por las patas y a las putas por donde les suda el pecado. Así que tampoco me creo mucho esos sortilegios y letanías que se pintan en los camiones. Nacen más bien del miedo al fostión que de la fe en la vida perdurable. Riéguelo usted bien, páter, le dijo uno al cura que el domingo rociaba con asperges una fiesta camionera mientras la celebración le autorizaba a estar perdidamente mamao de cervezorra convidando a los colegas sin duelo, pues el último porte ilegal buenos duros (euros) le dejó. Amén.