| Análisis | Debate en el seno europeo |
Regulación o clandestinidad
Al poco tiempo de caer el muro de la vergüenza, las prostitutas de Berlín-Oeste desfilaron por la avenida Kurfürstendam, pancarta en mano, para protestar contra los bajos precios que cobraban sus compañeras del Este por iguales servicios. Una docena de años más tarde, la Organización Internacional para las Migraciones se limita a constatar que las profesionales de los antiguos países comunistas se han posicionado con fuerza en el mercado europeo del sexo, mientras los países de la UE siguen debatiendo si es mejor aplicar medidas de regulación o resignarse a dejar estas prácticas en la clandestinidad. Los legalistas. Holanda se convirtió, en octubre del año 2000, en el primer país europeo en legalizar la prostitución. Las trabajadoras tienen derecho a una jubilación. Alemania siguió los mismos pasos en diciembre del 2001 y Bélgica se dispone ahora a hacer lo propio. Grecia obliga a las prostitutas a inscribirse en registros y son sometidas regularmente a exámenes médicos. Penalización. Suecia dictó una ley en 1999, mediante la cual castiga severamente la compra de servicios sexuales, es decir, a los clientes, ya que la actividad de las profesionales queda exonerada. Irlanda, por su parte, prohíbe expresamente la prostitución y sanciona con multas o arrestos a profesionales y a clientes. Los tolerantes. Países como Italia, Francia, Dinamarca, Portugal, España y el Reino Unido toleran la prostitución en tanto que actividad privada, pero sancionan severamente el reclutamiento. La ausencia de un reconocimiento jurídico de la profesión, priva a las prostitutas de una cobertura social completa, aunque en muchos casos pueden ejercer como independientes o artistas.