Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Creo en el milagro

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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DICEN los teólogos que el milagro se produce, que el hombre es o puede ser un objeto de milagro. Y añaden que para ello, solamente ha de darse esta virtud: Merecerlo. El milagro debe merecerse. Y yo estoy ahora seguro de que soy un objeto de milagro que se produce para mi gran sorpresa y confusión en este ejercicio de escribir, de intentar comunicarme con mis vecinos, de trasladar hasta ustedes, lectores amables, los eventos que están aconteciendo en la rúa. Las señales de esta preferencia en favor de la milagrería son bastante evidentes: Alguien, ángel o trasgo, mueve los complicados mecanismos de estos trabajos míos para que aparezcan en letras de molde, que se solía decir antes, absolutamente distintos, transformados, enmendados, corregidos, aumentados o disminuidos, sin que el que suscribe, verdadero responsable padre de la criatura haya tenido otra culpa que, quizá, la de no manejar el ordenador como nos mandan y ordenan o encontrarse ante la célebre máquina de escribir, (la vieja Olivetti entrañable) tan torpe de mano como de mente. El caso es que un día titulé el comentario que dedicaba con todo el cariño a la memoria de Isabel Alarma, gran maestra y más amiga, así: La mujer: Isabel Alarma. Y mi asombro fue enorme cuando en el periódico aparecía, claro y terminante: La Mejor. ¿Qué santo ángel pudo adivinar la procedencia de modificar el enunciado por el cual me permitía sugerir que nos hallábamos ante una mujer superior? ¡Milagro! Y mayor fue cuando siendo día miércoles del mes de julio, en plena vorágine de las rebajas de las tiendas y de las vacaciones de algunos, ya con el nuevo Presidente de la Excelentísima Diputación a punto de tomar el bastón de mariscal, dio en aparecer, milagrosamente, no pudo ser de otra manera, en una de esas dobles columnas que desequilibran el peso específico del periódico, un copioso, enjudioso y sin niguna duda trascendente trabajo por el cual se estaba reconstruyendo la memoria, en datos fidedignos de Diego de Mestajas, La Vizana y La Virgen del Carmen. ¡Albricias! Me dije, la Virgen del Carmen ha intervenido en esta operación, porque yo, o sea el aquí que suscribe, pese a que en la Crónica erudita figuraba mi honesto y humilde nombre, no tan solo no había tenido ni arte ni parte en él, sino que ni siquiera sabía quien era el tal Diego de Mestajas, ni la Vizana, por lo que la adjudicación de tan honorables trabajos a este autor que aquí suscribe la presente carta, es sin duda una milagrería o puede que quizá sea una demostración de magia. Ruego pues, encarecidamente, con la mano puesta sobre donde haya que ponerla para ser creído, que yo no he escrito lo que se indica en el título del trabajo dicho, pese a que sin duda por un majestuoso milagro artesanal, la edición apareciera con tal flagrante demostración de plagio. En otros tiempos, más descreídos esta clase de barbarismos que hacia mi persona y trabajo se han adjudicado se achacaban quizá a los míticos duendes, pero hoy en día, en estos tiempos que corren, cuando el dragón que protagonizaba la herejía está dominado, hemos de adjudicárselo al increíble milagro que «habemos» merecido por lo mucho que hemos sufrido. Lo que hago presente en estas líneas y para el general conocimiento de todos los lectores y demás efectos.

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