Diario de León

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TRANCE DE VIUDA en desconsuelo tenía la solitaria rana que acabó en mi terraza empadronada en el secreto y el seguro del sumidero donde siempre hay balsilla de agua. La traje del Órbigo para que conociera la capital y ahora no podía atraparla para devolverla al río, de modo que decidí resolver su soledad trayéndole una amiga de su misma charca. Así lo hice. Constituí una pareja de hecho y ahora son dos para conjugar el cautiverio o pasárselo de maravilla, quién sabe. Croan por la noche lo suyo y durante el día algo menos por no delatarse. Llevan ya unos dos meses adaptadas al fatal destino, pero siguen sin dejarse coger. Pensé que morirían (lo que acrecentaría mi delito de haber capturado ejemplares de una especie protegida), pero resulta que andan más espabiladas que un conejo y engordan como guarras. ¿Qué comen?... Chi lo sá. Lo cierto es que en el ecosistema de mi terraza campaban y abusaban algunas plagas de limacos, babosillas, hormigas y cochinillas terreras y ahora no veo a ninguna. Debe ser lo que zampan y les hace brillar el lomo. Astutas estas ranas. Y agradecidas. Cuando las riego su sumidero lo agradecen croando y, en consecuencia, he decidido prolongar mi delito ecológico. Por ver. Y porque el otro día una de ellas me confesó su resistencia a regresar a su hábitat a orillas del río. No nos jodas, me dijo una, ni se te ocurra hacernos esa putada. Allí ya no hay quien viva. Toda nuestra patria charquera la rellenaron de escombros, nos han robado presas y llamargales, nos atufan de mierda vertida, los ingenieros no nos dejan en paz, nos acosan todo el día las excavadoras, las orillas las han hecho aceras escolladas, ninguna rana llega a adulta porque mueren de peste o cazadas por una colonia de cigüeñas que hoy es cinco veces mayor que hace diez años, la población ranera es hoy un carajo testimonial, colonia triste y aburrida, así que esto es Jauja, si cabe, déjanos aquí, te imploramos. Y allí están sin espantarse ya, dominando aquella retestera y mirándome a la cara como quien pide bocado o manguerazo. Y para colmo de su felicidad han oído que en el estanque del parque contiguo cantan de noche otras ranas con las que mantienen un diálogo en su código secreto que intento descifrar, aunque tengo para mí que están ligando y por eso no quieren volver al río. 1396927554 de

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