| Visto y oído |
Protagonistas muy diferentes
El verano es una época del año en la que se puede disfrutar realizando distintas actividades. Una de ellas, que es muy típica, es la de acudir a darse un chapuzón a la piscina. Allí los socorristas se encargan de velar por la seguridad de los bañistas y de encargarse de que todo el mundo cumpla las normas de limpieza y orden. También es muy típico ver en la plaza de San Marcelo a un gran número de palomas revoloteando por sus alrededores, que son el reclamo de los turistas y de los niños. Hogar de las palomas Una de los lugares más importantes de la capital leonesa es la plaza de San Marcelo. En ella se concentran numerosas palomas que llaman la atención de los niños y de los turistas. Una imagen muy típica es la de ver como estos animales son perseguidos por los más pequeños o la de los mayores repartiendo pan a estas aves. En esta plaza, las palomas han creado ya su propio hogar, ya que es muy normal verlas durante todo el año revolotear o caminar por esta zona. Aunque últimamente los coches invaden esta plaza y las palomas huyen de allí para refugiarse en otros rincones más seguros de la ciudad. Pero a pesar de esto, nunca faltaran estos animales en este paisaje tan típico de la capital leonesa. Las palomas están muy acostumbradas a la compañía de la gente que pasea por esta plaza y que intenta tocarlas y cogerlas, sobre todo los más pequeños, que son a los que más les llaman la atención estos animales. Mientras, los padres disfrutan viendo como sus hijos aprender a cuidar de los animales Los vigilantes de la piscina Todas las piscinas requieren la figura del socorrista. Un personaje imprescindible que vela por la seguridad de los bañistas. Además, cuidan para que se cumplan las normas de seguridad e higiene y no ocurran accidentes. Lo parte negativa de este trabajo es que los socorristas no pueden disfrutar del agua, ya que su labor se desarrolla fuera del medio acuático. Pero día tras día estos salvavidas se llegan a convertir en amigos de los bañistas que acuden fieles a pegarse un chapuzón. Tampoco pueden relajarse ni un momento y siempre tienen que estar alerta, ya que cualquier descuido que cometan podría suponer un peligro para los bañistas que se encuentran en ese momento realizando alguna infracción en el agua. Sobre todo fijan su atención en los niños, que son los que realizan unos juegos más peligrosos en el agua. Para ser socorrista hay que ser mayor de 16 años y haber realizado un curso de primeros auxilios y otro de salvamento acuático. Una buena salida para mantenerse ocupado durante los meses de verano.