EL PULSO Y LA CRUZ
Olor a azufre
PASAMOS EL SOLSTICIO, llegaron los calores, sopló el solano, repitió la luna llena... y las tuvo que enredar el diablo. De varias maneras, que no les cuento. En Madrid y en La Bañeza, en El Bierzo y en León. Y, para que no haya queja, también en lo nuestro. Y a pares. Ahora, con las aguas enclamadas por el estío, echamos a andar los recuerdos. Fue en Piedrafita de Babia . Este diario aireó las acusaciones que el alcalde pedáneo de la localidad, Enrique Martínez Quirós, vertía contra el párroco, Ángel Fernández Álvarez (para el próximo marzo cumplirá 25 años de párroco en la localidad). El presidente de la Junta Vecinal le acusaba de falsear gravemente algunas informaciones, de atacarle desde el púlpito y de ejercer con mala fe la crítica política, en vísperas de las pasadas elecciones municipales. El conflicto tuvo su origen en la información, por parte del párroco, de la negativa de la Junta Vecinal a colaborar adecuadamente en las obras de arreglo del templo parroquial. El párroco afirma que jamás utilizó el tiempo de la homilía para asuntos de esta índole y que se limitó a informar a la feligresía de la situación al terminar la celebración de la Santa Misa. Igualmente es importante destacar que la propiedad del citado templo no la tiene el Obispado de León, sino la parroquia de Piedrafita. La primera, en la frente. La segunda, en el pecho. En el pecho de los santos Pedro y Pablo, ya que la zarabanda se organizó el día de su fiesta, hace casi un mes. Llevaba siete años de tradición -corto espacio para que algunos lo califiquen de inmemorial- el encuentro popular en el Monte de San Isidro , en la carretera de Carbajal de la Legua, alfoz de la capital, como acto que se puede considerar clausura de las fiestas. Con su Misa y todo. Al principio fue un acuerdo entre amigos; después pasó a entrar en juego la parroquia a cuyo territorio pertenece la masa boscosa; y este año se elevó al Obispado la petición de autorización para celebrar la Eucaristía. Y ahí entró el diablo: cruce de informaciones, insuficientes encuentros, faxes que son ilegibles, experiencias previas lamentables, leyes generales y posibles excepciones, tendencias a «utilizar» la Misa para cualquier evento social, calificativos que tienen que ver con el bochorno veraniego, curiosos lametnos ante los obstáculos que se ponían a la ya escasa devoción de los creyentes, aireo con repique en los medios de comunicación... Aquí viene lo curioso: todos disgustados, con mal sabor de boca y hasta con mala conciencia. Vamos, que olía a azufre por todas partes y que alguien se estaba frotando las manos -o los cuernos- de fruición. Pasó el día y no hubo Misa y se iniciaron unas horas de reflexión. El día 30 de junio, el Obispado publicó una nota en la que se pretendía restañar heridas y abrir pistas para el futuro. El Sr. Obispo lamentaba el conflicto, que atribuía a «malentendidos y deficiencias en las comunicaciones mutuas entre parroquia, organizadores y Obispado», y adelantaba la noticia de que, en años sucesivos, no deberá de haber problemas si la parroquia se responsabiliza del evento. Aclarados esos términos, terminaba la nota con unos puntos que no interesaron tanto a las empresas mediáticas, pero sí deben preocuparnos y ocuparnos -y mucho- a los cristianos: que a la Eucaristía se le debe el sumo respeto; que no se busque cualquier festejo, a menudo ajeno o distante al sentido cristiano, como pretexto para incluir en él -a veces, decimos nosotros, sin contar siquiera con el pároco del lugar -una celebración de la Misa; que se evite poner adjetivos a la misma (ni leonesa ni castellana ni campesina ni minera), que es lo que es y no necesita localismos que funcionen como reclamo publicitario o referencia singularizadora; que no se deje de lado la realidad y el significado del templo, como espacio sagrado en el que se reúne el Pueblo de Dios que peregrina en cada Iglesia local o parroquia; y que se procure no promover incentivos que, en los domingos, originen tendencias a la dispersión de las comunicades y a la difuminación del significado del Día del Señor: mucha tela: Estoy seguro de que en el reino de Pedro Botero -que tiene aquí sus sucursales- no gustaron en exceso. De cualquier modo, no se olvide que la historia es maestra de la vida y que no es malo escarmentar encabeza propia. A falta de ajena.